Aunque cada vez sea una práctica más en desuso, por su tufillo predemocrático, aún existen ayuntamientos que acostumbran a repartir un detallito entre sus convecinos, bien por Navidad, bien con motivo de alguna fiesta local. Una paletilla de jamón, un reloj, una agenda... El regalo queda a elección del alcalde o concejal de turno y, lo que es peor, también el destinatario. Los empadronados, los residentes mayores de 18 años, todos los vecinos, sean niños o adultos. ¿Qué criterio seguir?
Según el Procurador del Común, ninguno es acertado. De hecho, la institución que preside Tomás Quintana acaba de hacer pública una resolución en la que sugiere a un alcalde burgalés que «en lo sucesivo, se abstenga de realizar obsequios a los vecinos del municipio, al margen de los procedimientos de concesión de subvenciones públicas», es decir, sin unas bases que objetivicen los criterios y sean públicas para que todos los que cumplan esos requisitos las soliciten, como ocurre por ejemplo, con las ayudas para la adquisición de libros o material escolar.
El alcalde de Monasterio de Rodilla, sin embargo, no se ha dado por aludido y entre el sábado y ayer entregó a los empadronados a fecha 30 de noviembre «unos detalles» en el patio de las antiguas escuelas. Ni dejó acceder a este periódico para realizar fotografías del obsequio ni ha querido explicar los motivos que le han llevado a mantener el reparto, pese a la resolución del Procurador.
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