Técnica radiactiva pionera contra cáncer de mama en el HUBU

G.G.U.
-

Es para los que solo se ven con imagen radiológica. Se introduce una semilla de yodo 125, de baja dosis, en la masa cancerosa para marcarla y facilitar la cirugía, que es menos agresiva

Profesionales de Medicina Nuclear junto a Begoña Miguel (con las manos en los bolsillos), que es la responsable de este avance en el HUBU. - Foto: Jesús J. Matías

El servicio de Medicina Nuclear del HUBU acaba de implantar una técnica radiactiva pionera en la región para marcar tumores de mama ocultos -aquellos que ni se palpan ni dan síntomas- con unas semillas de yodo 125, de baja dosis, y facilitar así una extracción más precisa de la masa en una cirugía que, de esta manera, puede ser más conservadora. Ya se ha utilizado con tres pacientes y la previsión es emplearla en todos aquellos casos en los que hasta ahora se hacían marcajes con arpones (unos hilos con forma de anzuelo) o con otras técnicas de medicina nuclear de detección y localización de lesiones ocultas mediante radiación.

Las denominadas lesiones ocultas solo se ven mediante imágenes radiológicas; es decir, con mamografías, ecografías, TAC o incluso resonancias. Esto significa que es imprescindible marcarlas, especificar de alguna manera en qué punto exacto están, para que los cirujanos puedan extraerlas con total certeza en el quirófano. Y sobre todo en la mama, donde no hay límites anatómicos que puedan servir de guía a los especialistas.

Por este motivo, hace tiempo que Medicina Nuclear del HUBU utiliza técnicas de cirugía radiodirigida, en las que los especialistas del servicio introducían sustancias líquidas para ‘iluminar’ la masa cancerosa y facilitar la extracción en la operación, con una sonda que detecta la radiación que se está emitiendo donde está el tumor. Después, el líquido se diluye y se elimina del organismo. El mismo cometido cumplían los arpones, con la desventaja de que estos pequeños anzuelos hay que ponerlos en el mismo día de la operación, porque se pueden mover.

Estos posibles inconvenientes se salvan ahora con el uso de las semillas radiactivas, que tienen un grosor inferior a un milímetro (similar a una mina de portaminas) y están encapsuladas en titanio. Medicina Nuclear las implanta en el centro del tumor y en la operación, que puede ser hasta medio año después, las localiza con la sonda que percibe la radiación.

La responsable de este avance en el HUBU es la médica nuclear Begoña Miguel, quien se ha formado con la mayor experta de España en la materia: la especialista María Eugenia Rioja, del hospital madrileño Ramón y Cajal. Y ahora no oculta su satisfacción por lo que considera «un grandísimo avance, porque tiene muchas ventajas para la paciente: la cirugía es menos agresiva y la incisión más pequeña, porque se hace justo sobre la semilla. Y también es más estética».

Hace años que Medicina Nuclear demandaba la implantación de esta técnica en Burgos, pero no se ha podido materializar hasta que no han salido al mercado las semillas radiactivas de baja dosis. Y, aún así, el uso todavía está fuera de indicación. Es decir, para poder utilizarlas hay que pedir permiso especial al Consejo de Seguridad Nuclear, a las comisiones de Farmacia Hospitalaria y de Ética y elaborar un documento para que lo firmen las pacientes, sabiendo que «usan un fármaco fuera de indicación». Miguel explica que Estados Unidos -donde hace lustros que se utiliza- lo autorizó el año pasado y la regulación en España es cuestión de tiempo. «No deja de ser un radiofármaco, que están sujetos a una legislación muy determinada», remacha.

Ahora, en España solo está indicado el uso de semillas radiactivas para irradiar la próstata (braquiterapia). En ese caso la dosis es mucho más alta, así que los hospitales que aplican ese tratamiento (en Burgos se deriva a Valladolid) podían emplearlas para marcar tumores de mama una vez que habían perdido potencia. Pero como no se pueden transportar, el HUBU ha tenido que esperar a la comercialización convencional de las unidades de baja energía para usarlas en la ‘iluminación’ de masas cancerosas de mama, pero también para el análisis de la afectación de los ganglios axilares.

En concreto, para marcar los que tienen metástasis (además del centinela) y evaluar cómo responden a la terapia previa a la cirugía (quimio o radioterapia) para ver si desaparece la metástasis y decidir si es posible conservar los ganglios axilares, «que nunca sobran», y evitar pérdida de funcionalidad del brazo a las afectadas.