«En este país se ha criticado el cine español sin verlo». Antonio Giménez-Rico (Burgos, 1938) vivió por y para el séptimo arte, filmando sus trabajos y apoyando el que hacían sus compañeros. Aunque estudió Derecho en Valladolid y Periodismo en Madrid, jamás ejerció como abogado, mientras que como periodista lo hizo sobre todo con artículos de opinión. En el cine empezó haciendo sus pinitos en cineclubs del Burgos de 1959 y participando como colaborador en Radio Popular en un programa dedicado a la gran pantalla. Cuando terminó la carrera, en 1961, Giménez-Rico dejó la radio y marchó a Madrid para buscarse la vida en la que ya sabía quería que fuese su profesión.
Su primera oportunidad, según contó a este periódico, le llegó de la mano de Antonio Mercero haciendo de meritorio en Se necesita chico, en 1963. Dos años después llegaría su primer contrato como ayudante de dirección en Los cien caballeros, de Cottafavi. Tras algún corto y medio traje, daría el salto como cabeza de cartel dirigiendo su primer largometraje, El hueso, en 1968.
A lo largo de su trayectoria firmó películas, documentales y series de televisión como Crónicas de un pueblo. Son suyos largometrajes que siguen inspirando como Vestida de azul (1983), un documental sobre la transexualidad en el Madrid de los 80, Retrato de familia (1976) sobre el libro de Delibes Mi idolatrado hijo Sisi, El disputado voto del señor Cayo, también basado en una novela del autor vallisoletano y que se sitúa en las elecciones generales de 1977 o Soldadito español, escrita junto a Rafael Azcona.
Con Jarrapellejos (1987) obtuvo el Goya al Mejor Guion Adaptado, compartido con Manuel Gutiérrez Aragón, y hace dos años recibió la Espiga de Honor de la Semana de Cine de Valladolid (Seminci) por una trayectoria que, en lo que a títulos filmados se refiere, concluyó en 2008 con El libro de las aguas. Le hubiera gustado que su última película se rodara en Burgos y que fuera la adaptación de Inquietud en el Paraíso, la novela de Óscar Esquivias, pero finalmente ese proyecto no pudo llevarse a cabo por problemas con la financiación.
Pero Giménez-Rico no solo se puso detrás de la cámara o a la sombra de un guion, sino que también dio la cara por sus compañeros de profesión primero como responsable de la Asociación de Directores y Realizadores de Cine Españoles (Adirce) y después como presidente de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España, cargo que ostentó de 1988 a 1992.
Su experiencia en la gran pantalla la quiso compartir con los estudiantes, tanto los de la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM), donde dio clases, como más recientemente con los alumnos y alumnas de la Universidad de Burgos. Desde 2012 era presidente de la Cátedra de Cine Antonio Giménez-Rico de la UBU y allí impartió un buen número de presentaciones, conferencias, clases magistrales y talleres para los estudiantes de Comunicación Audiovisual.
Desde sus inicios, en 1959, estuvo vinculado al Festival de Cine ENINCI que dirigía Jesús Manuel Payno en Burgos, y lo defendía allá donde iba. Y fue muy lejos porque su trabajo fue distinguido en festivales internacionales de Berlín, San Sebastián, Praga, Montreal, Moscú... Un poco más cerca también obtuvo reconocimientos. Entre otros galardones, el guionista y director recibió el Premio Águila de Oro del Festival Internacional de Cortometrajes de Aguilar de Campóo y fue reconocido por la Comunidad con el Premio Castilla y León de las Artes en 1996.
En casa, la Real Academia Burgense, Institución Fernán González, le nombró académico honorario en el año 2014 y un poco después, en 2015, fue reconocido con el Báculo de Oro que otorga la Federación de Peñas y Sociedades de San Lesmes.
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