Bajo el retablo central de la capilla de los Condestables de Castilla, en el sótano de la sacristía, permanece custodiado un tesoro que muy pocos conocen.
Cientos de piezas de un puzle gigantesco se ordenan en finas bandejas que a su vez se agrupan en armarios numerados. Contienen fragmentos de vidrio engarzados con plomo que a primera vista no llaman la atención. Parecen objetos simplemente viejos, sin demasiado valor, de un color grisáceo apagado por el paso de los siglos. El ignorante nunca pensaría que está ante una joya del arte renacentista. Hasta que se hace la luz.
Cuando uno de estos cristales se coloca en vertical y el flash fotográfico lo atraviesa aparece la magia ante nuestros ojos. Resucitan desde el fondo de los tiempos unos rojos intensos, unos dorados deslumbrantes, unos preciosos azules y verdes. Y en ese momento cobra sentido que esa colección esté considerada como una pieza valiosísima de la Catedral de Burgos.
Decenas de metros cuadrados de vidrieras de Los Condestables, que fueron retiradas hace cuatro años y sustituidas por reproducciones, permanecen guardadas a la espera de su restauración.
Para lograrlo hace falta financiación y el Cabildo de la Catedral ha llevado a cabo un primer intento al presentar el proyecto ante el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (el antiguo Fomento). Quiere optar al ‘1,5% Cultural’, el programa de apoyo al patrimonio que permitiría financiar hasta el 70% del medio millón de euros que cuesta este trabajo.
El delegado diocesano de Patrimonio y vicepresidente del Cabildo, Juan Álvarez Quevedo, explica que la iniciativa fue tramitada hace unos meses y todavía está a la espera de su resolución. Aunque los criterios generales establecen que las aportaciones estatales solo pueden ir destinados a bienes públicos, en el caso de la seo burgalesa su condición de Patrimonio de la Humanidad le permite al menos haberse presentado y albergar esperanzas de su consecución.
De lograrse, sería un paso definitivo para rematar el lavado de cara que la Catedral ha llevado a cabo en las últimas tres décadas y ayudaría a valorar una parte muchas veces olvidada de la maravilla gótica y renacentista.
Pilar Alonso Abad, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Burgos y especialista en la materia, subraya que "el conjunto de Los Condestables es uno de los más ricos de este arte en la Península Ibérica, un icono de la calidad vidriera española del siglo XVI, cuando este arte llegó al cenit".
Además de sus abrumadores conocimientos, Alonso demuestra pasión cuando habla del papel de Burgos como epicentro del tratamiento del vidrio en los años dorados de la ciudad: "En los talleres locales se fabricaron vidrieras que se transportaban después en carro, protegidas entre capas de paja, hasta otras catedrales del norte peninsular como León o Santiago".
La de Los Condestables fueron encargadas a Arnao de Flandes ‘El Viejo’, un maestro que inculcó el modelo flamenco y que dejó su impronta a modo de discretas firmas en los ventanales de la considerada ‘Catedral dentro de la Catedral’.
La más rica de las capillas burgalesas se decoró con temas devocionales y heráldicos y se diseñó con un sistema lumínico para que la claridad del día fuera girando sobre ella e inundase el interior con diversas tonalidades.
Lunas antichoque. Sin embargo, parte de ellas se perdió en la voladura del Castillo del año 1813. Casi un siglo después, en 1909 una primera intervención del arquitecto Vicente Lampérez permitió acondicionar vidrieras y cubierta. Ya en 1984, Marcos Rico llevó a cabo una preservación específica de cada ventanal protegiendo los cerramientos a base de lunas antichoque, que evitan que los pájaros se estrellen o que el vidrio sea golpeado por la arena o las ramas que arrastran los vendavales.
Entre 1995 y 1996, con la restauración completa de la capilla, se volvieron a proteger las vidrieras, los paramentos, o las bóvedas, un trabajo que fue merecedor del Premio Europa Nostra.
Pese a todo, la humedad seguía haciendo estragos y en 2015 se consideró necesario retirar las 7 vidrieras ‘supervivientes’. Estas son, junto con otras piezas también caídas de la nave central, las que se custodian en el sótano de la sacristía. Los trabajos de recuperación fueron encargados en 2016 a la firma burgalesa Vidrieras Barrio, pero desde entonces están paralizados a la espera de la ansiada financiación necesaria para una labor tan precisa que exige contar no solo con grandes conocimientos sino con mimo.
Cuando se consiga volverán a lucir en todo su esplendor una Adoración de los Magos, una Exaltación de la Cruz, varios apóstoles y santas. Y los huecos que dejó la Guerra de la Independencia, posteriormente cerrados con paneles translúcidos, se completarían con alguna reconstrucción abstracta mediante manchas de color de estilo contemporáneo, siempre con el visto bueno de Patrimonio de la Junta de Castilla y León.
Así, don Pedro Fernández de Velasco y doña Mencía de Mendoza podrán volver a contemplar desde sus estatuas yacentes los colores que imaginaron cuando construyeron la capilla donde iban a descansar eternamente.