La deuda de los consorcios acaba de estallar o está a punto de hacerlo y apunta a que será el problema más serio al que se enfrentará el Ayuntamiento en los próximos años. Dicho sea de paso, sin que se vislumbre una solución feliz. A quienes les toca ahora gestionar los errores del pasado les corresponde minimizar el daño o, como se ha venido haciendo desde hace lustros, dar una patada hacia adelante para que el marrón se lo coman otros.
Conviene recordar que el origen de lo que ahora se viene encima se remonta a un nefasto acuerdo alcanzado a finales de la década de los 90 para sacar la estación de tren del centro de la ciudad (una infraestructura que no era del Ayuntamiento) y pagar una millonada por urbanizar el trazado del ferrocarril a su paso por la ciudad, a la postre el bulevar, sin ayuda alguna.
De aquello ha llovido mucho y la solución más reciente que se encontró, ante una situación prácticamente igual de crítica que la actual, fue la de firmar un acuerdo de refinanciación de la deuda que lo que hizo fue postergar el problema durante unos años pero no erradicarlo.
Desconoce quien escribe estas líneas si aquella fue la única solución posible, pero llama la atención que no se advirtiera que el euríbor no iba a estar en el 0% de por vida. Y es aquí donde cuesta también creer que nadie, antes de que se llegara a la situación actual, se planteara utilizar los millones de euros que ha habido de remanentes estos años para aminorar la deuda (y reducir el problema) o para cambiar las condiciones de los intereses para no tener que pagar ahora un 5,25% de una deuda millonaria. Básicamente hacer como han hecho en el último año multitud de familias con sus hipotecas.