Es indudable que algo ha fallado para que el Ayuntamiento se exponga a perder cerca de un millón de euros de la recaudación de los autobuses urbanos. Por mucho que una empresa se la haya jugado o haya entrado en concurso de acreedores. Algún mecanismo a nivel interno no ha funcionado ya que no cabe en cabeza humana que la hemorragia no se pudiera haber cortado antes. Ya sea anulando el contrato de manera casi inmediata, ya sea porque no se hicieron unos pliegos adecuados que pudieran contemplar incidencias de este tipo o por cualquier otro motivo que se escapa en un primer análisis. De la misma manera que el Ayuntamiento puede romper con un inquilino de un local si no le paga dos meses seguidos, debería de haberse protegido de alguna manera ante una emergencia de este tipo. ¿Cómo es posible que un tercero recaude nada menos que una tasa y que la ciudad no tenga ningún control sobre ello? Inexplicable.

En este momento, el Ayuntamiento fía a poco menos que la suerte poder recuperar el dinero de la recaudación que no se le ha entregado ya que el propio concejal del área reconoció ayer que esa una posibilidad que está encima de la mesa.

No hay duda de que una negligencia, ya sea técnica, política o combinada, se ha producido y pocos dudamos también de que este asunto, como casi todos, se tratará de resolver como un fallo multiorgánico o directamente intentando dejar el tiempo pasar. Nos preguntamos desde esta columna cuánto tiempo habría tratado de silenciar este asunto el equipo de Gobierno si Diario de Burgos no descubre este escándalo y pregunta por él.
Lo exigible a partir de ahora es transparencia, luz y taquígrafos.