Lorena Bodas

Aguas Abajo

Lorena Bodas


La buena educación

14/09/2024

Un joven camarero se dirige a mi mesa para retirar el servicio anterior. Cabizbajo, comienza a recoger. Le doy los buenos días. Se sobresalta y me mira. Se va para vaciar la bandeja y al momento regresa con una bayeta para terminar de limpiar. Le doy las gracias. Él me devuelve una medio sonrisa. Al día siguiente, volvemos al mismo lugar para almorzar. Está el mismo chico que, en cuanto me reconoce, cambia el gesto de su cara, viene para adecentar la mesa y nos saluda con un «buenos días» y una sonrisa. Le devolvemos el saludo. Esta vez, cuando nos vamos, nos le cruzamos y nos despedimos con un «adiós, gracias», a lo que nos responde con un «gracias, hasta pronto».

Creo que esta es la anécdota que más me ha calado en las cortas vacaciones que he podido disfrutar con mi pareja en un concurrido destino turístico del norte de España. Voy a obviar a aquella cajera de supermercado que me señaló con un dedo el importe de la compra en un letrero luminoso cuando me disculpé y le pedí por favor que me lo repitiera, o aquella exposición de líneas negras en un destacado centro cultural y que mi chico entendió como una tomadura de pelo, mientras yo me reía por dentro. Por el contrario, debo alabar la exquisitez de la otra exposición, no todo va a ser malo.

Esto no es una queja, sino una reflexión y me pregunto hasta qué punto de desgana deben estar esas personas para actuar así, de forma tan mecánica e impersonal: llego al curro, recojo la mierda de otros, me voy a casa y al día siguiente, otra vez. La atención al público es dura, lo sé. A veces te puedes encontrar con situaciones tensas, y eso que estoy hablando de ocio, donde no te va la vida y, por eso, tampoco me sorprendió aquel cartel en la sala de espera del centro de salud informando de que insultar o pegar al personal sanitario es delito. Ya no sé si es por la edad o soy la única que lo piensa pero ¿no se suponía que íbamos a salir mejores?