El reloj electoral es imparable. El 28 de mayo se cumplirá un año de cuando elegimos a nuestros concejales y 299 días desde los últimos comicios generales. Este año han votado gallegos y vascos y aún están calientes los resultados de las elecciones catalanas, pendientes de un desenlace plagado de incógnitas. Esto no para. Sorteados los integrantes de las mesas electorales ya estamos mentalizados para que dentro de una semana comience la campaña electoral para elegir a los 61 diputados que le corresponden a España en el Parlamento Europeo sobre un total de 720 de los 27 países de la Unión Europea. Con las mismas papeletas de candidatos en todas las provincias, el 9 de junio será la novena ocasión en la que tendremos la oportunidad de elegir a nuestros eurodiputados en una cámara que ahora cuenta con mayoría del Grupo del Partido Popular Europeo, seguido de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas.
Distintas llamadas al voto que se solapan con consecuencias que van más allá de sus propios ámbitos dejando víctimas y triunfadores virtuales. Una debacle en las europeas puede suponer para algunos partidos algo más que un mal resultado. A pesar de que en el Parlamento Europeo regula muchos aspectos de nuestra vida cotidiana, estas elecciones nunca han suscitado gran entusiasmo entre los españoles si nos atenemos a los índices de participación, que en el caso de Burgos han oscilado entre el 51 y el 66 por ciento, dependiendo de su coincidencia con otros comicios.
Las elecciones europeas han servido además para el debut de algunos líderes políticos. Así ocurrió en mayo de 2014 cuando un tal Pablo Iglesias Turrión, doctor en Políticas de 35 años, entonces conocido como tertuliano político en programas de televisión, quien con su imagen incluida como logotipo encabezó las listas de una nueva formación llamada Podemos que contra todo pronóstico consiguió más de un millón de votos y 5 escaños en el Parlamento Europeo, en cuarta posición tras PP, PSOE e IU (en Burgos fue la tercera con más de 13.000 votos, por encima de UPyD, IU, Vox y Ciudadanos). Recuerdo cuando en esa campaña de hace diez años Pablo Iglesias llenó el salón de actos del edificio de sindicatos de Burgos donde afirmó -en referencia a las recientes movilizaciones vecinales contra el bulevar-, que «sin el efecto Gamonal, Podemos no hubiera existido». Tic, tac, tic, tac ¡cómo han cambiado las cosas¡