No tenemos remedio. La catástrofe de Valencia ha vuelto a sacar una nueva pelea entre rojos y azules y las extremas izquierda y derecha de este país siguen intentando sacar rédito de una tragedia con eslóganes populistas que uno ya no sabe a quién le pertenece pero cuya idea viene a ser la de que solo el pueblo salva al pueblo.
Unos llaman criminal a Carlos Mazón y otros asesino a Pedro Sánchez. Detrás de estas palabras suele haber mucho odio hacia el adversario e indulgencia hacia el próximo desde el punto de vista ideológico.
A estas alturas, y siempre desde la imprudencia de la distancia, la sensación es que se ha fallado en la gestión de esta crisis. Ni se vio venir en toda su dimensión, ni se reaccionó con los recursos que hacen falta. El Gobierno de la Generalitat Valenciana pudo errar en la previsión y al no solicitar recursos y desde Madrid parece como si se frotaran las manos como espectadores del desatino. Mal los primeros y mal los segundos.
En el triste episodio de Paiporta fuimos testigos de un Felipe VI valiente, cercano y que ejerció de manera impecable como primera autoridad del Estado. Junto a él vimos a un Mazón empequeñecido y cuyo futuro político se complica mucho con la gestión de la catástrofe. Sánchez tuvo que huir, cosa más que razonable porque de haberse quedado la turba lo hubiera apaleado. Ni se puede decir que si quieren ayuda «que la pidan» ni ahora utilizar esta tragedia para presionar en la aprobación del Presupuesto.
De nuevo, los partidos políticos han vuelto a defraudar. Los grandes y los pequeños. Más preocupados en buscar culpables en el adversario que de poner las energías en lo importante. Fallaron todos en la gestión de los primeros días y lo siguen haciendo después. No buscan los cadáveres de los desaparecidos, buscan el de su adversario.