Son deportistas de élite, mujeres que vivieron la gloria deportiva en diferentes disciplinas y que ahora cuentan los efectos secundarios que puede tener el éxito, y el precio que puede llegar a pagarse por alcanzarlo. Estuvieron aquí, y nos contaron su experiencia.
Lola Fernández Ochoa y Almudena Cid nos hablaron de salud mental y deporte de élite, ese en el que se lleva el cuerpo al límite arrastrando a la mente y las emociones porque siempre viajan juntos. La salud física y mental no se disocian, van en el mismo lote, y llegar al límite de lo físico es llegar al límite de lo emocional: y ahí, te puedes romper.
Como se rompió Blanca, la hermana de Lola, hasta el punto de irse de este mundo porque las medallas del éxito no te atan a él, incluso pueden convertirse en un lastre para sobrevivir en él. Es la dicotomía del éxito y el fracaso, de lo que es y no es, de la trampa o la oportunidad en que pueden convertirse según cómo lo gestiones, y eso no es patrimonio del deporte sino de la vida misma.
De esas cosas se habló estos días buscando luz para mejorar la gestión en la prevención del suicidio, objetivo de Apresuic, grupo que organizó estas jornadas, y no sé si hemos aprendido algo pero al menos sí lo hemos intentado. El éxito y el fracaso son los extremos del péndulo, y vivimos ahora en territorios extremistas en muchos ámbitos, y esto es nocivo para la salud social. Por mucho que los ideólogos a tiempo completo se empeñen, el mundo no es blanco ni negro, la gama de grises es infinita y la vida es diversa, y no deberíamos dejarnos someter a modelos de vida supuestamente correctos o exitosos.
La calidad de vida no está en el éxito, radica en las personas, en los vínculos que generamos, y los buenos vínculos siempre reconocen al otro en su valor. No deberíamos ser rehenes de metas exitosas, de objetivos irrenunciables, porque el Olimpo no existe y la superación sin fin es dañina, enfermiza, obsesiva, en la producción económica y en el crecimiento personal. No hace falta ser más, sólo vivir mejor: hablo de vida buena, no de buena vida.
Gracias Lola y Almudena por compartir vuestras luces y vuestras sombras. Al final, la vida nos iguala, con medallas o sin ellas.