Juan Francisco Lorenzo

Pensar con los ojos

Juan Francisco Lorenzo


Prosperidad

04/11/2024

Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson han sido galardonados con el Nobel de Economía 2024 por sus trabajos sobre cuáles son los factores más influyentes en la prosperidad de los países. Conclusión: la solidez de las instituciones públicas y el buen funcionamiento del Estado de derecho son las variables que tienen más peso a la hora de que un país funcione adecuadamente y genere riqueza y prosperidad para sus ciudadanos. 

Ahí lo tienen, esa conclusión la sospechábamos, pero no estaba demostrado hasta el punto de que fuera merecedora de un premio Nobel con lo que eso conlleva. Es más, el neoliberalismo de donde procedemos y en el que estamos atrapados, afirma que los gobiernos no precisan controlar los flujos de la economía porque esta se autorregula sola de una forma un tanto misteriosa, como si tuviera su propia inteligencia artificial. Pues va a ser que no, y la experiencia de las últimas crisis económicas ya lo ha demostrado.

Pero aún hay más: hace un par de columnas, que es una medida de tiempo en un periódico, les contaba en esta misma esquina las declaraciones del filósofo alemán Markus Gabriel, respecto a que no puede haber en un país progreso tecnológico, económico o industrial si, simultáneamente, no existe progreso ético en el funcionamiento de sus instituciones. 

Entre unos y otros, el círculo se va cerrando: instituciones serias, gobiernos sólidos que controlen lo que nos afecta a todos, y una buena dosis de ética que impregne la toma de decisiones, son el trípode que sostiene el estado de bienestar.

Y como la cosa va de citas de personas prestigiosas, Diego Gracia nos hablaba hace unos días aquí, en la Universidad, de la epidemia de mala educación que invade la vida pública, el «y tú más», léase Congreso de los Diputados, donde se reparten descalificaciones por doquier, practicando una nefasta pedagogía, convirtiendo en habitual lo que no debería serlo.

Así es que manos a la obra. Gobiernos que defiendan el bien común, instituciones sólidas y eficaces y un nivel ético suficiente que haga respirable el modelo de sociedad son objetivos a lograr para no caer en las fauces de ideologías intolerantes, economías insaciables o autócratas inmorales.