Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Mando único

07/11/2024

Dicen que en las desgracias es donde mejor se conoce a la gente. Según esto, la dirigencia ha quedado bien retratada tras la tragedia de Valencia. Restar en lugar de sumar es un ejercicio de egoísmo, falta de oficio y, en cierta medida, un castigo autoinfligido porque lo último que debe hacer una clase política es dilapidar el poco crédito que les va quedando. Es por ello que lo más inteligente puede ser extraer conclusiones útiles para el porvenir. Y para defendernos de este tipo de actitudes que, por desgracia, no será fácil erradicar del panorama.
Y una de ellas es que estas circunstancias catastróficas y sobrevenidas no pueden estar al albur del primer preboste autonómico o ministerial sobre el que pase un tornado o un terremoto. Y para ello es urgente una reflexión sobre las competencias que, probablemente nos llevará a un mando único automático. Un procedimiento que se dispare como un relé en caso de necesidad y que ponga en marcha todos los recursos que sean precisos sin tener que pedirlos.
¿No habíamos quedado en que el sistema autonómico tiene que ser útil, desintermediando la relación entre la administración y los administrados? Pues poca faena habremos hecho si lo que estamos es complicando la relación entre administraciones. Y que haya que estar enviando solicitudes para que vengan unos y otros a atender una necesidad.
¿Es necesario que existan tantos servicios de emergencias como autonomías? ¿Tiene algo que ver ésa falta de economía de escala con el 'hecho autonómico'? ¿Es producto de un 'factor diferencial' o simplemente una nueva versión de la redundancia competencial que sólo sirve para generar mucho ruido y pocas nueces?
Nos ha pasado con los incendios, nos ha pasado con la sanidad en zonas concomitantes, nos ha pasado con carreteras y así una enorme cantidad de asuntos susceptibles de ser recentralizados no por una pulsión de saqueo sino de servicio. De utilidad. Necesitamos mandos únicos para este tipo de cosas que, por un lado, nos permitan dormir más tranquilos, nos vinculen fácilmente con las ayudas internacionales y eviten esa sensación de falta de autoridad que exhalan los políticos cuando las lágrimas de la gente se convierten en arma arrojadiza. No es mala materia el barro para un nuevo modelado.