Aquí no hay quien viva

CARMEN MENDIETA / Burgos
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Los vecinos del Casco Histórico Alto demandan una solución para paliar los problemas de accesibilidad y degradación de los espacios públicos que están expulsando a los vecinos más mayores e impiden la llegada de jóvenes familias

La subida San Miguel se hace muy complicada con un carrito por las tres rampas y los coches aparcados. - Foto: Valdivielso

Asun Fernández tiene asumido que en algún momento se va a tener que ir del barrio por no poder acceder a su casa de la Subida de San Miguel. Lleva 50 años viviendo en el Casco Histórico Alto pero la edad no perdona y cada vez le cuesta más por el enorme desnivel de esta calle. Margarita Ruiz vive en la calle Arco de San Esteban y sus padres también residían en la zona pero finalmente tuvieron que marcharse. Javier Martínez reconoce al menos dos vecinas de su bloque de la Subida San Miguel llevan mucho tiempo sin salir de casa por los problemas de accesibilidad. 

Son solo algunos ejemplos de la dificultad que supone residir en esta zona de la ciudad, que si bien está en un entorno privilegiado entre la Catedral y el Castillo el día a día se hace muy complicado para salvar los desniveles o los tramos de escaleras. De ahí que desde la Asociación de Vecinos del Casco Histórico Alto urjan al Ayuntamiento un plan de mejora de la accesibilidad en esta zona de la ciudad. Son conscientes del lugar en el que viven pero consideran que se pueden llevar a cabo actuaciones para mejorar su calidad de vida y seguir manteniendo la esencia del barrio. Recuerdan que la remodelación de las calles Subida San Miguel, Consulado y último tramo de Fernán González que se impulsó el mandato pasado se paró al no resolver las barreras arquitectónicas de ahí que hagan un llamamiento a los políticos para que visiten el barrio y tomen nota de las necesidades.

Lo cierto es que en pleno siglo XXI algunas calles están vetadas a personas con movilidad reducida. Javier Fernández, padre de la nadadora Marta Fernández, recuerda las numerosas ocasiones en las que no ha podido subir a su hija con la silla de ruedas hasta la calle Eras de San Francisco y la ha tenido que coger en brazos. La calle Camino del Gallego es otra de las vetadas al tener varios tramos de escalera o la plaza de los Castaños en la que se llevan años peleando para que se pueda colocar una rampa. Subir con un carrito de la compra o con un andador también es misión imposible desde Fernán González a la zona del CAB. Las escaleras mecánicas están más tiempo rotas que en funcionamiento y lo mismo ocurre con el ascensor. En este último caso para acceder hasta él hay que superar una puerta metálica por la que no cabe una silla de ruedas. «Las personas mayores tienen muchas dificultades y también las que llevan carritos de la compra o de bebé. Pedimos un plan para eliminar las barreras arquitectónicas. Somos conscientes de que no se puede hacer en un año pero se pueden planificar las obras por fases», insistió Francisco Bárcena, de la Asociación de Vecinos Casco Histórico Alto. 

La Subida de San Miguel es otra de las vías con más complicaciones del barrio al tener tres tramos de desnivel. Los vecinos proponen instalar rampas mecánicas y ampliar las aceras, lo que conllevaría suprimir el aparcamiento en uno de los lados. La actuación se completaría con un ascensor que permitiría la subida a la plaza San Francisco, también vetada a personas con movilidad reducida, y que se ubicaría en un pequeño terreno de propiedad municipal. 

Los vecinos de los bloques 8 a 10 ya instalaron en 2016 un elevador gracias a un convenio de colaboración con el Ayuntamiento, lo que mejoró considerablemente el acceso a sus viviendas, y ahora los del bloque de al lado han comprado el local situado debajo para que el ascensor llegue a cota cero. «Por mucho que bajemos el ascensor a cota cero, las personas mayores o con poca movilidad no pueden superar el desnivel de la calle», aseguró Javier Martínez. 

La calle Tahonas es estrecha y los usuarios en la mayoría de los casos de los casos tienen que bajar a la carretera para poder transitar. A ello se añade el mal estado en el que se encuentra con enormes baches. «Hay una normativa de accesibilidad que no se cumple. El barrio se está degradando y limitando la llegada de vecinos jóvenes por la dificultad que suponer andar por esta calles con un carrito. También los que tengan alguna discapacidad motriz. Hace poco una persona en silla de ruedas quería venir a vivir a la calle Consulado y le advertí de las dificultades», apuntó Elsa Colina, otra vecina. 

Tampoco lo tienen fácil los vecinos del final de Fernán González o Cabestreros. En el primer caso por el pavimento empedrado y en el segundo por el desnivel. «El paso de una ambulancia se hace muy complicado y las sillas de bebé se destrozan. A ello se añade la dificultad de subir el carro de la compra», apuntó Cristina Díez.

Todos estos problemas de accesibilidad no solo hacen que el barrio se vea cada vez más degradado por la falta de mantenimiento y actuaciones en el espacio público sino que también que estén perdiendo vecinos por las dificultades de vivir en un entorno cada vez más hostil y con escasa actividad comercial. El ocio nocturno ha acabado tomando zonas del Casco Alto los fines de semana dejando a su paso suciedad y vandalismo, lo que añade todavía más desazón a los vecinos.