Pistoletazo 'oficial' a la temporada estival. Aunque el tiempo no acompañe demasiado y en la Ribera del Duero muchos miren cada día al cielo, con los dedos cruzados para que no caiga el enésimo pedrisco y les arruine el trabajo de todo un año en viñas y cereal, ya se empieza a palpar el ambiente festivo, la llegada de veraneantes y la ilusión por los reencuentros. En pocos días, tal vez semanas, muchos de los pueblos de la provincia se encontrarán hasta arriba de gente.
Quienes visiten Campillo de Aranda, por ejemplo, disfrutarán de un festival en el que, a lo largo de todo el año, han contado con más de 50 propuestas musicales y este fin de semana pondrán el broche con los tres finalistas. Más allá de que triunfe un grupo u otro, los verdaderos ganadores son los habitantes de un pueblo que ha conseguido generar movimiento en pleno invierno. Una tarea para nada fácil. Pero ahí están las asociaciones, volcadas en ofrecer cultura en municipios con 60 habitantes que se ven fuertemente castigados por la despoblación.
Así sucedió también hace un par de semanas en Ciruelos de Cervera, donde aún perdura la resaca emocional por todo lo vivido durante el Festival Internacional Rural de Circo. Con apenas 30 habitantes durante la inmensa mayoría del año, en solo un fin de semana se congregaron varios centenares de personas para disfrutar de unos espectáculos que pusieron la piel de gallina a más de uno, gracias a la involucración de un par de jóvenes con raíces en este pueblo (y de otros tantos que colaboran), que han logrado lo que hasta hace nada era impensable: llenarlo de vida. Ahí es nada.
Ojalá que este espíritu perdure y, sobre todo, que nos acordemos de nuestros pueblos no sólo en verano (que está muy bien) sino durante los 365 días del año.