A punto de concluir 2023, en la Ribera del Duero el balance en materia de infraestructuras vuelve a cosechar un suspenso. Porque seguimos sin el tren Directo que conecte Madrid, Aranda de Duero y Burgos. Un año más, y ya va más de una década, nada se sabe de la reapertura de la línea 102. Los políticos continúan enredados en el estudio del estudio de aquel otro estudio. Traducción: se destinan ingentes cantidades de dinero público a analizar una situación cuyo diagnóstico debería estar más que claro después de haber realizado varios informes y no se toma ninguna decisión de peso.
Documentos, por cierto, que luego no trascienden, como ha pasado con el estudio en el que supuestamente se abordó el coste de sacar la bateadora y rehabilitar el túnel de Somosierra, algo que ya se había analizado en otro informe. Pues bien, desde Adif dijeron que lo habían recibido en enero, tras varios meses de retraso y una inversión de 88.935 euros, pero no lo han hecho público. De traca.
Mientras tanto, la infraestructura se deteriora a pasos agigantados. Hace apenas unos días se descubrió otro grave desprendimiento en la línea delDirecto. No es de extrañar que cunda la sensación de que sucesos así se puedan utilizar como excusa para que la línea no reabra jamás. Veremos.
Y, entre tanto, la ansiada Autovía del Duero suma otro año prácticamente en blanco en tierras ribereñas. Cierto es que el Consejo de Ministros acaba de autorizar la licitación de las obras en el tramo desde Aranda hasta Langa de Duero. Pero es que el día a día de los vecinos está marcado por un cúmulo de desgracias a lo largo y ancho de la fatídica Nacional 122. Quienes transitan a diario se juegan la vida y, aún así, toca esperar para tener unas infraestructuras dignas. Inadmisible e indignante a partes iguales.