En un reciente viaje a Fuerteventura - perdón por citarme- he podido contemplar en las calles de sus ciudades numerosas esculturas dedicadas a la gente corriente, pero que a lo largo del tiempo hicieron un gran servicio a la comunidad. En la mayoría de los casos se trataba de personajes humildes dedicados a oficios que hicieron la vida más fácil al resto de sus paisanos. Así me encontré con una estatua dedicada a Juanito el cartero, otra al cartero rural (en general), al pescador de viejas (un tipo de pescado), a Pepa la hilandera, a las mujeres costeras o jareando pescado, a Antonio el transportista, etc...
Pero también las hay dedicadas al podenco canario, a las cabras, al siroco, a la aulaga o a la zafra del tomate. En fin, un conjunto de esculturas de gran calidad artística para homenajear a los oficios, personas , alimentos y otras cosas que dieron de comer a los isleños en tiempos muy duros en una isla semidesértica pero de gran belleza. Pero no vi ninguna dedicada a cantar las glorias bélicas de espadones o a exaltar la santidad de obispos en una isla en la que hubo mucha hambre hasta la llegada del, en muchas ocasiones, denostado turismo. Da mucha envidia contemplar cómo estas estupendas gentes canarias saben diferenciar y distinguir a aquellos paisanos que, desde su humilde oficio rindieron grandes y anónimos servicios al paisanaje.
Echo en falta la presencia en Aranda de algo parecido. Desde luego que personajes corrientes y hechos a los que homenajear habría unos cuantos. Algo parecido a Fulanito el carpintero, Mengano el albañil, Zutano el marmolista o al secadero de bacalao o a la fabricación de tejas. Pero igual es mucho pedir en un pueblo en el que no hay ninguna calle ni espacio público dedicado a la corporación republicana de 1936 que fueron 'paseados', todos ellos, en el verano de ese año.