Más allá del moratón

G.G.U. / Burgos
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Las marcas físicas son las más evidentes, pero hay otros factores que indican que un menor está siendo agredido. Para probar o descartarlo, Urgencias hace un examen detallado para los servicios sociales

En los casos en los que los pediatras creen que el menor corre el riesgo de ser agredido tras la visita a Urgencias pueden decidir ingresarlo. - Foto: A. Rodrigo

 
Si un niño que iba bien en el colegio empieza a obtener malos resultados, si vuelve a hacerse pis a una edad en la que, se supone, ya controlaba esfínteres, si se niega a regresar del colegio a casa o a ir junto a algún adulto en concreto o si tiene problemas en la dentadura, por ejemplo, ojo. Ojo porque ese cambio de conducta o esas anomalías físicas pueden ocultar un problema de fondo tan grave como el maltrato esporádico o reiterado, una serie de agresiones que pueden pasar desapercibidas por la Administración si nadie se percata de los indicios o, lo que es más frecuente, si quien se da cuenta no se atreve a acudir a los servicios sociales para que investiguen y, llegado el caso, tomen medidas.
La Asociación Castellano-Leonesa para la Defensa de la Infancia y la Juventud (REA) trabaja en el ámbito de la prevención y la sensibilización ante situaciones de desprotección de los menores y la vocal de Burgos, Rebeca Manso, explica que uno de sus cometidos es informar acerca de cuándo se debe intervenir. «Nosotros intentamos que se sepa cómo detectarlo y dónde acudir. Que si alguien no se ve con fuerza para actuar, al menos pida ayuda en el sitio adecuado. No decimos que se hagan denuncias a lo loco, pero sí intentamos que en los colegios, por ejemplo, sepan en qué hay que fijarse», afirma Manso, destacando que el cambio de conducta es uno de los factores que antes tienen que levantar sospechas y provocar que se haga seguimiento durante un tiempo para, si es el caso, acabar recurriendo a los servicios sociales.
Y una vez que el asunto ha llegado a ese nivel, se trata de confirmar o descartar el supuesto maltrato. En este sentido, la técnico de Infancia en el Ayuntamiento de Burgos Inmaculada Valderrama afirma que se determina que ha habido maltrato «cuando es algo reiterado, de intensidad alta o cuando se emplea como forma habitual de controlar al niño el dejarlo sin comer, el castigarlo dejándolo solo en algún sitio... Tenemos una escala y vamos viendo qué factores se cumplen. Es decir, una bofetada es violencia, pero por sí sola no constituye maltrato. Es algo complejo», apunta.
En esa determinación de existencia de maltrato es fundamental la opinión médica y no solo para que se examine lo evidente en el momento en el que llega el caso, por así decirlo, sino para que se haga un informe más completo y que incluya toda la información posible de presente y pasado. Así, el pediatra del Hospital Universitario de Burgos (HUBU) José Manuel Merino explica que cuando se quiere probar o descartar un caso a petición de los servicios sociales, se suele ver en el área de Urgencias y en varias fases. Por una parte, se intenta crear una «atmósfera agradable», para que el niño o la niña estén lo más relajados que sea posible y mediante conversaciones informales, conseguir que hablen y cuenten cosas que puedan dar algunas pistas previas a la exploración física o al mismo tiempo. En ese sentido, Merino explica que con el examen físico no se trata solo de ver si hay agresiones, sino que también sirve para «dar una idea de cuál es el nivel de cuidado e higiene del niño», porque puede ser que no exista agresión física, pero sí desatención o lo que los servicios sociales denominan «negligencia».
 
junto al forense. En cualquier caso, durante la exploración se examina detalladamente la piel en busca de posibles lesiones o hematomas de origen no accidental, el cuero cabelludo para ver marcas o cicatrices y también hay un examen detallado de la zona genital y anal, para atisbar lesiones fruto del abuso. En estos casos en los que, bien porque así lo ha explicado el niño o bien porque se sospecha que la agresión es sexual, el examen se hace en compañía de un forense, que se encargara de hacer la pericia oportuna para presentar durante un juicio. Y si la víctima del abuso ya es adolescente, se le practica también una prueba de embarazo y otra para descartar contagio de hepatitis o VIH.
Sin embargo, hay ocasiones en las que las víctimas son todavía bebés o tan jóvenes que no saben explicar con palabras qué les ha ocurrido y haya que recurrir a otros métodos para descubrirlo. De hecho, si tienen menos de dos años se les hace un estudio radiológico o un escáner para localizar fracturas o lesiones producidas en el pasado, u otras pruebas que a juicio del especialista puedan llegar a ser determinantes.
Una vez que se dispone de toda la información, el profesional dictamina si se ha producido maltrato o no. «Hay que tener en cuenta que en ocasiones se encuentran hematomas en zonas poco habituales, pero antes de dictaminar que sean fruto de malos tratos hay que descartar otras causas como un trastorno en la coagulación de la sangre», explica José Manuel Merino, destacando que el informe se acompaña de un análisis de sangre. «Y hay veces en las que pueden ser necesarias más pruebas y decidimos ingresar. O si creemos que el menor está en una situación de riesgo, tomamos la decisión de protegerlo con el ingreso en el hospital», explica este pediatra del hospital, que también pertenece a la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y de Atención Primaria (Sepeap), organización que considera que el maltrato infantil debería reconocerse como un «problema de salud pública».
Sin embargo, hay otras veces en las que los especialistas de los servicios de urgencias tienen que atender a un menor sobre el que no hay una sospecha de haber sido víctima de maltrato, aunque sea el caso. El responsable de urgencias pediátricas del HUBU, Gregorio de la Mata, explica que en esas situaciones las alarmas saltan cuando se detectan signos físicos que hagan pensar que la causa no es accidental y si es el propio niño quien acusa a uno de los progenitores de las supuestas lesiones o de los abusos. E, igualmente, de la Mata explica que hay veces en las que es la madre quien apunta al padre o viceversa. Y en todos esos supuestos el procedimiento es el inverso: son las Urgencias quienes dan parte a los servicios sociales para que inicien la investigación pertinente que permita descartar o constatar las agresiones y abrir el consiguiente expediente.