La Estación de Autobuses de Burgos cumple este mes 80 años en el emplazamiento de toda su vida de la calle de Miranda, donde confío que siga por mucho tiempo tras la experiencia del traslado de la de trenes a un lugar recóndito de la ciudad.
Una estación a solo 400 metros de la Catedral, que nació en 1944 como una de las mejores de España en su género y que también fue provisional desde el principio, ya que a la empresa que la empezó a gestionar se le impuso la obligación de construir otra más amplia en el plazo de cinco años. Sin moverse de su sitio y remozada en varias ocasiones ahí sigue nuestra céntrica y exigua instalación municipal pese a las decenas de posibles emplazamientos alternativos que hemos conocido en estas ocho décadas.
Antaño se barajó construirla en lugares como el antiguo mercado de San Lucas (en la Quinta), el campo de Laserna o en el Hospital de la Concepción, que se salvó de su desaparición tras ser declarado monumento histórico. Se propuso soterrarla en el solar de Caballería, levantar una nueva estación en la glorieta de Bilbao, junto a la antigua estación de trenes de Conde de Guadalhorce, en Las Tejeras o en el complejo de San Agustín mediante una permuta de terrenos con la Diputación. En 1968 el Ayuntamiento encargó el anteproyecto de una gran estación para 40 buses, con hotel de 100 habitaciones incluido, entre la carretera de Madrid y Barrio Gimeno. En épocas recientes, el exalcalde Lacalle pidió a la Junta que llevara las líneas interurbanas junto a la estación Rosa Manzano, manteniendo en la calle de Miranda los recorridos por la provincia, y desde Vox defienden que el solar del antiguo Hospital Yagüe es la mejor ubicación para una estación intermodal.
Es cierto que tenemos una estación pequeña para el millón de viajeros que la utilizan cada año, que ocasiona problemas de tráfico y ruido a los vecinos de la zona sur y que en la propia provincia las hay más modernas, amplias y funcionales. Por supuesto urge acometer mejoras ya anunciadas, como la de instalar pantallas digitales informativas en los andenes pero, a pesar de los achaques de su edad y visto lo visto, creo que lo mejor es que de momento nuestra estación octogenaria se quede donde está. Y puestos a pedir, que el Bulevar del Ferrocarril se siga llamando así.