Si trabajas con medios escasos, no obtendrás buenos resultados. En Medicina es así: si no hay médicos suficientes para cubrir las necesidades asistenciales, crecen los retrasos en la atención, las listas de espera se disparan y los usuarios están mal atendidos.
Si los servicios públicos no están bien dotados, los responsables no pueden sacar pecho vanagloriándose de su gestión. Algo así le sucede al ministro Marlaska, que se ha quedado sin argumentos tras la catástrofe de Barbate donde dos guardias civiles murieron, no por culpa del ministro, sino por verse obligados a trabajar sin los medios adecuados enfrentándose a los narcotraficantes con una lancha casi de juguete, comparada con la que usaban ellos: Sr. Marlaska, como responsable público, le compete la responsabilidad política.
Y todo ello, envuelto en la sempiterna ambigüedad en la que nos movemos en el traicionero mundo de las drogas, un mundo que lejos de ir a menos, reporta cada vez más beneficios en esta sociedad de las adicciones en la que puedes elegir entre ser adicto a alguna sustancia, o hacerte adicto a algún comportamiento. El asunto viene de lejos con el tabaco y el alcohol, bien vistos durante mucho tiempo, trasladándose después a la marihuana, la heroína, la cocaína, sustancias alucinógenas, el juego, el sexo y, últimamente, las pantallas. Nuestra capacidad de generar adicciones es potente e inversamente proporcional a la capacidad para escapar de ellas, porque en este contexto de aturdimiento se han ganado un sitio creando mundos virtuales a base de desestructurar el cerebro y la vida de las personas.
¿Alguien en Barbate desconocía que esto podía pasar? Supongo que no, esto no es un fenómeno natural, imprevisible, es la ambigüedad humana elevada a su máxima expresión. No queremos que haya drogas pero hacemos poco para que desaparezcan.
Somos unos hipócritas, sabemos que el dinero da poder, y las mafias de la droga son ricas y poderosas, por eso no hay que escatimar medios para frenarlas y desmantelarlas.
Cuando hay muertes evitables como éstas, no caben paños calientes y, además, si pagamos impuestos es para que los servicios públicos tengan los recursos necesarios para cumplir bien su función.