La ciudad de Briviesca ha rescatado del olvido una importante pieza de su memoria histórica. La colección completa de la publicación del semanario apolítico -así es como lo definieron- La Voz de la Bureba sale de las sombras nueve décadas después de su fundación gracias a la donación que ha realizado una familia con raíces briviescanas. Los curiosos y amantes de las letras disponen de los 112 números digitalizados, en los que en alguno de ellos el profesor Antonio Benaiges firmó artículos, en la página web de la Biblioteca Digital de Castilla y León. En poco más de tres semanas los ejemplares en papel descansarán en el archivo municipal, al igual que los 8 del periódico Juventud.
María Jesús Olivares hizo un llamamiento en noviembre a los vecinos y personas que mantuvieran algún vínculo con la localidad y que poseyeran algún ejemplar original de publicaciones locales con el fin de completar los fondos documentales. La iniciativa perseguía digitalizarlas para conservar parte de la historia, y a pesar de que la archivera perdió la esperanza con el paso del tiempo, los hijos del briviescano Vicente Alonso Manso aparecieron en el momento oportuno.
Ana Teresa, su marido José Francisco y el resto de hermanos se habían planteado después del fallecimiento del protector de los ejemplares donarlos al Ayuntamiento, pero no fue hasta que escucharon y presenciaron en la gran pantalla el nombre de la cabecera cuando retomaron el propósito. «Fuimos al cine a ver la película El maestro que prometió el mar y entonces decidimos que la colección debía permanecer en Briviesca, lugar de origen el periódico», declara el matrimonio.
El briviescano Vicente Alonso junto a su mujer y sus tres hijos. - Foto: A.T. AlonsoA falta de 3 números - los de las 3 últimas semanas del mes de julio del año 1935- el semanario que dirigió desde abril de 1934 hasta junio de 1936 Ángel Araco Fernández en la sede social de la calle Indalecio Prieto, 10 -actual calle Medina- se ha conservado en un «perfecto estado». Una amplia cabecera con el escudo del municipio en el centro y un lema que dejaba claro que se trataba de un medio defensor de la agricultura y de los intereses de Briviesca y su partido, el precio de cada publicación se mantuvo en los tres años de su existencia en 10 céntimos. Por contra, el número de las páginas varió y pasó de 4 a 8 en octubre de 1935. En ellas, los redactores locales plasmaron todo tipo de informaciones -sucesos, celebraciones, crónicas deportivas o fallecimientos- acompañadas en alguna ocasión por retratos y fotografías. El maestro que ejerció en la escuela de Bañuelos de Bureba fue uno de los colaboradores y firmó varios textos en los que quedó claramente reflejada su ideología política.
Los descendientes de Alonso Manso recuerdan que este solía ojear habitualmente los textos -fue uno de los redactores mientras estudiaba- y que en varios de ellos aparece su nombre y apellidos escritos a bolígrafo azul y las noticias más reseñables, como las bodas de amigos o el anuncio de la muerte de su padre, entre otras, subrayadas.
Por otro lado, la colección la completan 8 reproducciones de Juventud, un semanario independiente más antiguo que vio la luz el 4 de noviembre de 1923 y funcionó hasta 1924 (se desconoce la fecha exacta). Sobre su fundación y dirección nada se sabe, incluso de «su existencia hasta ahora», reconoce Olivares, pero sí que la redacción y la oficina de administración se ubicaba en la planta baja del número 21 de la calle Don José de la Torre Villanueva. También costaba 10 céntimos y se publicaba los domingos.
Digitalización. La Junta ha ejecutado el proceso de digitalización de los ejemplares y los ha compartido en la Biblioteca Digital de Castilla y León. Con el minucioso trabajo se ha conseguido una resolución «perfecta que permite leer cada una de las noticias, las firmas de los redactores y los anuncios de los comercios de la época», comenta la empleada municipal.
Publicaciones custodiadas en una carpeta de cartón.
Durante más de siete décadas Vicente Alonso protegió 109 números del periódico en el que colaboró en los inicios de su fundación como si de un tesoro se tratara. Sin duda uno de los más preciados que se ha mantenido intacto en varias carpetas de cartón que el briviescano fabricó con sus propias manos cuando estudiaba profesorado mercantil en Valladolid.
Con el transcurso de los años se mudó a Madrid, conoció a Ángeles, su mujer, y crio a sus hijos -Vicente, Ana Teresa y Pedro- que se han preocupado de mantener intacto el legado más especial de su padre, esta vez entre plástico.