Centro de Confinamiento del Terrorismo. CECOT. Es el nombre de la megacárcel que ordenó construir en 2022 el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, para poder encerrar hasta un total de 40.000 pandilleros del país centroamericano. En boca de muchos al ser ofrecida por el líder latino al dirigente de Estados Unidos, Donald Trump, que ya ha hecho uso de ella esta semana al enviar a 250 miembros de la banda venezolana Tren de Aragua amparándose en una ley de guerra de 1798, el recinto es lo más parecido a un infierno en la tierra para los presos, sometidos a unas condiciones extremas que distintas organizaciones internacionales ya han denunciado.
Ubicada en medio de la nada, en un valle cercano al volcán Chichonpontec, en Tecoluca, la inmensa prisión cuenta con un solo acceso y 23 hectáreas -pese a que el Estado salvadoreño compró un terreno de 166- ocupadas por ocho grandes pabellones. A estos les flanquea un muro de 2,1 kilómetros y 11 metros de altura, el cual está protegido por alambres electrificados.
Bukele decidió construir la infraestructura con el objetivo de disminuir la delincuencia en el país después de que, solo entre el 25 y el 27 de marzo de 2022, fueran asesinadas 87 personas. «Será la nueva casa de los criminales, donde vivirán por décadas sin poder hacerle más daño a la población», aseguró el mandatario. La instalación es exclusiva para los «perfilados como altos rangos» de la Mara Salvatrucha y las dos facciones del Barrio 18, pandillas rivales que fueron aumentando su poder y han sembrado el terror durante décadas en la nación latina.
Convertida en la insignia de la estrategia del líder centroamericano contra las pandillas para repuntar su popularidad a nivel nacional e internacional, la megacárcel alberga 256 celdas y tiene un sistema de máxima seguridad para evitar posibles maniobras o técnicas de escape por parte de los reclusos.
El mero hecho de entrar en el CECOT ya infunde respeto. Las políticas de ingreso son estrictas tanto para el personal de seguridad, como para el administrativo y para los detenidos, ya que antes de acceder, deben registrarse en zonas especiales para luego cruzar tres portones que son vigilados constantemente por guardias armados con fusiles y pistolas.
A ello hay que añadir que cada reo debe pasar por un escáner corporal y una sesión de fotografías antes de entrar en el centro, que cuenta con pozos, una planta de agua y un techo curvo para que la ventilación fluya de forma natural.
Una vez dentro, el panorama empeora para los reclusos. En cada celda, de unos 100 metros cuadrados, se agolpan más de 100. En el suelo están dispuestas dos piletas de agua y dos inodoros para cubrir las necesidades de aseo básicas de los prisioneros, que además deben dormir en camarotes hechos a partir de hierro, sin colchones ni almohadas.
Una de las más duras represalias que pueden llevar a cabo los guardias de seguridad contra los reos debido a una mala conducta es derivarlos a las celdas castigo, un espacio sin ventanas donde no entra ni un rayo de luz y que consta de una cama de hormigón y un baño.
En el CECOT, el ocio es una utopía. No hay patios o áreas de recreación para que los criminales puedan tomar un respiro y estos nunca reciben visitas, a no ser que asistan a procesos judiciales en una sala en modalidad virtual.
En cuanto a la alimentación, los cautivos comen tres veces al día sentados en su celda, en una dieta reducida a arroz y frijoles y que no contempla la carne. Por otro lado, la luz está encendida en el interior durante todo el día y para dormir los presidiarios se tienen que poner una toalla en la cabeza.
Derechos humanos
Frente a esta situación, organizaciones como Amnistía Internacional han manifestado su preocupación en torno a la posibilidad de que ocurran irregularidades en el interior de este y otros recintos en El Salvador.
Esta institución ha denunciado «un claro patrón de violaciones de Derechos Humanos bajo el enfoque de seguridad pública actual» en el centro, símbolo de un Bukele que alardea de cómo, gracias a su gestión, el índice de criminalidad en el país ha descendido notablemente.