Mi niño, el más guapo de Instagram

SPC-Agencias
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La sobreexposición de los menores en redes puede perjudicar a su autoestima y generar dinámicas que afecten a su salud mental

Mi niño, el más guapo de Instagram

Ni siquiera han empezado a caminar pero ya tienen huella digital. Es lo que les ocurre a multitud de niños afectados por el fenómeno conocido como sharenting (combinación de los vocablos ingleses sharing (compartir) y parenting (paternidad). Las redes sociales han destronado a los álbumes familiares como custodios de los recuerdos de la infancia, y han dado paso a una exposición que puede causar efectos indeseados.

La publicación habitual de información e imágenes de los menores por parte de sus progenitores «puede tener consecuencias potencialmente perjudiciales para la salud mental de los niños y adolescentes expuestos», tal y como alerta el profesor de Psiquiatría la Universitat de València y doctor del Hospital La Fe, Luis Rojo Bofill.

En una carta al editor recientemente publicada en la revista The European Journal of Psychiatry, este especialista lanza un llamamiento a legisladores, educadores y personal sanitario, como pediatras o profesionales de la salud mental, para que estudien en profundidad el sharenting, con el objetivo de sensibilizar a la sociedad sobre sus posibles riesgos.

Este fenómeno nacido al albor de las redes sociales se encuentra ya muy extendido en España, donde el 89 por ciento de las familias publican en internet «contenido sensible» sobre sus hijos «al menos una vez al mes», tal y como se desprende del estudio EU Kids Online, publicado en 2020.

Esta exposición continua del menor a «imágenes de sí mismo a menudo seleccionadas y retocadas por sus padres puede afectar a su autoestima e imagen corporal y generar dinámicas entre padres e hijos que deriven en consecuencias negativas para su salud mental», según apunta el doctor Rojo.

Este experto subraya que,en ocasiones, la «sobreexposición» de los hijos «se hace para atesorar recuerdos o compartir experiencias cotidianas, consejos de crianza o logros de los niños» pero «también se están difundiendo datos altamente sensibles que van a marcar su huella digital».

Otras veces, añade el psiquiatra, «los propios familiares publican situaciones humorísticas o escenas vergonzantes con un propósito recreativo, pero esos contenidos tienden a viralizarse en las redes sociales y su éxito anima a los padres a grabar más bromas».

La búsqueda frecuente de momentos para inmortalizar y compartir, o incluso la persecución del lucro económico o de una mayor influencia en redes sociales, «puede convertirse en un factor estresante y deteriorar o tensar la relación entre padres e hijos», explica Rojo, que también avisa que ese material «puede ser usado por terceros con fines de humillación o acoso cibernético», entre otros.

Aunque las consecuencias a largo plazo de estas práticas son todavía «inciertas», este experto considera problable su «asociación con la futura aparición de síntomas de salud mental.

Por lo pronto, el foco ya se ha puesto en el terreno legislativo. Un comité de expertos en el desarrollo de un entorno digital seguro ha presentado recientemente una serie de propuestas para proteger la privacidad, seguridad e integridad on y off-line de los menores, y para regular el uso o explotación comercial de publicaciones en Internet protagonizadas por ellos.