Si alguna vez me observara hablar, descubriría que más que con palabras me comunico con gestos. Mis bailes de manos, la exageración de mis palabras y el deje del Sur que me sale cuando estoy cansada hacen que quien mejor me conoce espere con deseo ese momento de alineación de cansancio, desmesura y jotas con las manos para encontrarse con el mejor bufón del reino, mientras este disfruta viendo a su público deshincharse con la risa floja.
A través del tacto transmito mi amor y tengo cientos de gestos que me acompañan cada día, como cuando agarro un pensamiento hiriente desde mi cabeza y lo tiro lo más lejos posible con el mismo movimiento que haríamos para tirar la basura. «Cualquiera que me vea…», pienso siempre, pero continúo haciendo este y otros tantos aspavientos sin entender que es un lenguaje no verbal que el resto de humanos no comprenden.
Hace una semana me encontré con el mismo pensamiento cuando, con los brazos en el aire y rodeada de 80.000 personas, cerré mis puños con fuerza intentando capturar un aire invisible que contenía el momento que estaba viviendo y que no quería que se me escapase por nada del mundo. Entre empujones de bailes ajenos, yo seguía con mis manos en alto cerradas para no dejarlo ir, agarrarlo muy fuerte, incorporarlo a mi sangre y transportarlo conmigo el resto de mi vida.
Desde entonces me han preguntado cada día si disfruté del concierto de Taylor Swift, si lo de los pañales para evitar el baño era cierto (les confirmo que no) y que si me mereció la pena las horas de cola y el dinero invertido por ver a una rubia americana que canta canciones para niñatas y se hace más rica a mi costa. En vez de responder a cada pregunta, me hubiera gustado poder abrirles las palmas y transmitirles ese momento que yo intenté agarrar con fuerza desde la pista central del Santiago Bernabéu. Porque llamamos históricos a los días en los que se escriben cartas, cuando se llama a declarar a la mujer del presidente y a otras mil jornadas más que no cambiarán nuestra vida, pero se nos olvida agarrar con fuerza el instante que sabemos que marcará nuestra historia vital.