«Cuando conoces a una persona con autismo, conoces a una persona con autismo. No hay dos personas a las que el TEA (Trastorno del Espectro Autista) afecte por igual, aunque existan aspectos comunes», explica el psicólogo de la delegación arandina de Autismo Burgos, Javier Herrero. Por lo general, suelen presentar alteraciones de tipo sensorial que les provoca una gran ansiedad a la hora de cortarse el pelo o someterse a una analítica de sangre. «Son más sensibles a esas actividades, les produce una mayor sensación». Situación que, en algunos casos, se repite a la hora de enfrentarse a la comida. «Hay quienes les cuesta mucho ingerir alimentos blandos y a otros les sucede los mismo con los duros», comenta.
Estos son solo algunos de los pequeños detalles de las vidas de quienes sufren la enfermedad. «Pero no de todos», como reitera Herrero, pues lo único que tienen en común es que, físicamente, no manifiestan rasgos que sean fácilmente identificables con algún tipo de patología. «Esto es algo que también dificulta sus relaciones sociales, ya de por sí complicadas», sostiene.
«La invisibilidad de esta discapacidad», les ha empujado a lanzar la campaña ‘Stop discriminación’ para promover la inclusión de este colectivo. «La palabra discriminación es muy dura, pero no favorecer la inclusión es una forma de discriminación». Con el objetivo de erradicarla, tratan de adentrarse «en diferentes ámbitos como el educativo, el sanitario, los servicios sociales y las asociaciones para trabajar de forma conjunta», explica Herrero.
En este sentido, asegura que «lo más útil es la coordinación». Una estrategia en la que la familia es indispensable. «Son ellos quienes nos proporcionan la información para intervenir porque, al margen de desarrollar unas habilidades concretas, hay que adaptarse a las necesidades y gustos de cada persona». Herrero también incluye en este grupo de trabajo a todos aquellos que convivan con una persona con autismo. «Los maestros, los médicos o el propio profesor de la autoescuela si se está sacando el carnet».
Para quienes no formen parte de ese núcleo tan cercano, pero sí se relacionen con personas con autismo ocasionalmente, recomienda establecer una conversación «sencilla y directa sin utilizar palabras con doble sentido ni la ironía porque les cuesta asimilar ese tipo de conceptos».
Cree que, con estas simples pautas y una buena coordinación de los profesionales, se estará apostando por «la mejor forma de promover la inclusión» de esas 12 personas de entre cuatro y 20 años que actualmente reciben los servicios de la entidad. «Sabemos que hay más casos porque la prevalencia de esta enfermedad es de uno por cada 100», apunta.
Dos años.
Por ello, hace una llamada al asociacionismo para que puedan beneficiarse de las terapias que, desde hace dos años, se ofrecen en la capital ribereña. Comenzaron con un grupo de cinco jóvenes que tenían que desplazarse todas las semanas a Burgos para acceder a los servicios de la asociación, pero «en febrero de 2013 empezamos a hacerlo aquí con ellos al crear una delegación como también se hizo en la zona de las Merindades».
Junto a Herrero trabaja otra persona como asistente personal que se encarga de organizar actividades de ocio para los usuarios y apoyar a las familias. «También ofrecemos un servicio de atención temprana hasta los seis años en el que intervenimos sobre las habilidades sociales y comunicativas». Además, se encargan de realizar todo el proceso de valoración y evaluación diagnóstica.