Si le dicen a mi abuelo, nacido en 1900 y fallecido en 1968, que introduciendo un trozo de plástico en una pared salen billetes por una ranura, este hombre hubiera dicho que eso era imposible. Y esto fue posible. Es más, parece que está pasado de moda, porque empieza a ser uso poco recomendable el llevar dinero en metálico en el bolsillo. Lo de pagar sin dinero es un truco de los bancos. Nadie paga sin dinero. Ningún banco te entrega un dinero si no es con un interés añadido. Esto es una obviedad, pero muchos o no lo saben o no quieren saberlo. Esta semana una noticia señalaba que muchos jóvenes desconocen que hay que devolver el dinero que te presta un banco.
Si nos cuentan hace seis años que quien se presentó como un regenerador de la vida pública acabaría con su esposa siendo investigada por presuntos delitos de malversación y tráfico de influencias, nadie lo hubiera creído. Y esto es real. Independientemente del resultado final del procedimiento judicial a esta persona. ¿Alguien se puede escandalizar? Puede que sí, pero entonces es porque desconoce aquello de que «la mujer del juez, además de honesta, tiene que parecerlo». Aseveración de tintes machistas, sí, pero que refleja lo evidente: hay acciones que es necesario y prudente evitarlas, aunque no sean ilegales estrictamente.
Si nos contaron en el bachillerato que todos somos iguales ante la Justicia, representada por una mujer con los ojos tapados y sosteniendo una balanza, nos lo creemos. Y luego, con el paso del tiempo, descubrimos que esto no es así. Porque la justicia resulta que depende del nivel económico y social. Depende de lo bueno que sea tu abogado, tu juez o tu influencia social por el hecho de tener un cargo político. Y esto ha sido posible. Determinados delincuentes están protegidos ante las leyes porque son exonerados de su cumplimiento, incluso tras haber cometido probados delitos.