Nadie podía imaginar hace 20 años que en pleno 2023 un plan vital para la seguridad y la comunicación por carretera en la provincia de Burgos aún se encontraría en el punto de partida. Sin embargo, esa es la realidad de una N-120 que languidece mientras aún se presenta como una vía crucial para coser la zona este del territorio.
Según los datos ofrecidos por el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana el número de vehículos que absorbe cada día la N-120 ya muestra la necesidad de actuar en una vía con una demanda superior a la de otras carreteras del territorio burgalés. De hecho, los números globales ya se acercan a los registrados en la N-I antes de la liberalización de la autopista en diciembre de 2018.
Entonces, la carretera que enlazaba la capital castellana con Vitoria acumulaba una media de 9.500 automóviles y camiones en el nudo de Pancorbo. Las últimas cifras oficiales de la saturación de la N-120 corresponden a 2021, cuando en términos generales aún no se había recuperado la actividad habitual previa a la pandemia, y destacan los cuellos de botella registrados en algunos de los tramos analizados.
El segmento comprendido entre Burgos e Ibeas, cuyo proyecto vivió su particular cruzada por un litigio con la adjudicataria, refleja una media de 13.372 vehículos de media contabilizados al paso por Castañares y más de 7.000 en Ibeas de Juarros, llegando a los 8.000 usuarios en el mes de julio. La actividad es constante y el ritmo se acerca poco a poco a los registros acumulados anteriores a la crisis sanitaria, impulsado también por la presencia de unos vehículos pesados que representan más del 20% del tráfico en la vía.
Estos datos globales destacan sobre la densidad de tráfico que soportan otras carreteras de la provincia, las cuales también presentan sus respectivas necesidades.
La N-234 presenta en su punto de análisis más alto una media de 4.375 vehículos al día, por los 3.268 de la N-623 o los 3.008 de la N-627, siempre tomando como referencia las estadísticas del Ministerio de Transportes del año 2021.
Viajar desde la capital castellana a Logroño es, hoy en día, una penitencia para los conductores. La N-120 es, de hecho, un punto negro en la red de carreteras de la provincia. Solo en 2022 se lamentaron cinco fallecimientos, sumando el suceso ocurrido en la travesía de Belorado. Una tendencia muy negativa que ha tenido continuidad en el comienzo del nuevo año con dos fallecidos más en sendos accidentes en la primera semana.
Mientras la Jefatura Provincial de Tráfico analiza las causas de la alta siniestralidad ocurrida en Burgos en los últimos meses, y más allá del factor humano protagonista en algunos accidentes, las poblaciones afectadas destacan la alta densidad registrada en una vía prácticamente obsoleta mientras el dinero se destina año tras año a otros proyectos.
Mientras tanto, la N-120 sigue a la espera de que el Ministerio de Transportes agilice de una vez por todas la llegada de la A-12 a la provincia de Burgos.
La ansiada autovía es la solución demandada por los pueblos que aún dependen de la vieja nacional para realizar sus desplazamientos. Sin embargo, los años pasan y los proyectos iniciales mueren en un cajón hasta que los plazos marcados por la administración exigen redactarlos desde cero. Y vuelta a empezar.
Estos números generales están alejados de la realidad de una N-120 que, hace ya muchos años, acabó con la paciencia de los ciudadanos y los ayuntamientos afectados. Mientras la deseada A-12 funciona a pleno rendimiento en Navarra y La Rioja, Burgos sigue a la espera de que esté operativo el primer kilómetro de autovía dentro de sus límites con la ejecución del tramo que unirá Santo Domingo de la Calzada y Villamayor del Río.
Veinte años soportados con mucha paciencia se hacen muy largos. Durante estos años se han sucedido las reivindicaciones, las propuestas y las iniciativas para mostrar a Madrid la importancia de una intervención que no llega. Ya no hay más tiempo que perder para dar respuestas sólidas a una vía que muestra periódicamente su peligrosidad.