El Casco Viejo de Miranda suma cinco edificios que hay que derribar. Su estado de ruina así lo exige, aunque el listado de bloques por tirar se ha reducido este último año en el que se han eliminado siete en la zona antigua de la ciudad. El concejal de Urbanismo, Guillermo Ubieto, reconoce que ver cómo se pierden las casas «puede doler, pero hay que hacerlo por una cuestión de seguridad», sostiene, al tiempo que reconoce que «el barrio tiene más edificios en mal estado y algunos los estamos vigilando». Por eso, espera avanzar con los expedientes y apunta a dos casas de la plaza del Mercado, que pueden ser las próximas en caer.
Ubieto indica que este año su Concejalía se ha encargado de tirar los tres edificios declarados en ruinas desde 2019 en la calle La Fuente, ante la falta de respuesta de algunos de los titulares. También han logrado que la Sareb derribara sus dos inmuebles en la calle Independencia, en un asunto arrastrado desde 2021. Además, añade la casa ubicada en la calle San Lázaro 22, «aunque en este caso también lo ha ejecutado la propiedad», puntualiza.
El último derribo se produjo hace una semana en la calle Real Aquende 55, donde se tenía localizada otra ruina que llegó a estar okupada. Se tapió doce días antes de que la estructura cediera por sí sola, lo que Ubieto reconoce que genera un problema, porque «lo mejor es que se haga de manera controlada». Ante la falta de respuesta de la propiedad, el Ayuntamiento pagó el derribo posterior, en el que todavía hay cosas por ejecutar, dentro de una actuación que obligó a desalojar a toda la manzana por el riesgo para otros edificios.
Sobre lo que queda por hacer, Ubieto reconoce que la solución más próxima puede llegar en la plaza del Mercado, donde hay dos edificios contiguos por demoler. Además, indica que el de la plaza de Santa María número 9 «está en plazo, lo que quiere decir que hemos contactado con los propietarios y todavía tiene tiempo para contratar el proyecto», apunta el concejal, quien remarca que en este asunto resulta fundamental que los titulares actúen, porque la administración local no puede hacerse cargo del coste de todas las demoliciones. Por eso, admite que tienen algunos expedientes «en los que estamos atascados», como en la calle La Fuente 12 y Las Escuelas 15, «en el que no conseguimos contactar con los herederos», afirma el responsable de IU-Podemos.
Más allá de los edificios en los que se ha declarado la ruina, el Casco Viejo suma muchos inmuebles en mal estado. En especial, en el departamento de Urbanismo preocupa lo que pueda pasar con uno en la plaza del Mercado, «que está vacío, tapiado y que empieza a presentar síntomas de degradación exterior», admite el edil. Por eso, los técnicos han comprobado la situación de la estructura «y de momento no corre peligro, pero a causa de la humedad y por la falta de mantenimiento puede crear un problema», reconoce Ubieto.
Además, añade otra casa deshabitada en la calle San Lázaro, aunque defiende la labor realizada con los edificios derribados, ya que «el barrio arrastra problemas desde hace décadas y la situación es tan compleja que hace falta tiempo para actuar dentro de varias líneas». La primera, reitera que pasa por demoler todo lo que está en ruinas «y por eso ahora se ve la parte más fea del asunto», aunque confía en que dentro de los últimos años de mandato «consigamos que se empiecen a ver aspectos de mejora dentro del Casco Viejo».
Jaquelín Salvatierra cierra su tienda: «Parecía que la zona estaba hundida del todo, pero esto va a peor»
La historia de Jaquelín Salvatierra en el Casco Viejo comenzó hace catorce años y acabará la próxima semana, porque la tienda de barrio que regenta cerrará sus puertas definitivamente en el mes de noviembre. En todo este tiempo, desde su mostrador ha visto cómo la zona antigua de Miranda perdía cada vez más y más, en un declive en el que se creía que se había tocado fondo, pero aquella sensación quedó en un espejismo porque la caída continúa. «Parecía que la Parte Vieja estaba hundida del todo, pero esto va a peor», reconoce esta emprendedora. «Ahora me pondré a echar currículums, cuando cierre todo este asunto», un ejemplo de la pérdida de servicios casi total para esta zona de la ciudad.
La protagonista reconoce que ha intentado conseguir un relevo a través de un traspaso, aunque no le ha sido posible. Para entender la situación se juntan varios factores, pero todos se entienden con la decadencia del barrio. En primer lugar, reconoce que la clientela baja y baja con el paso de los años, porque hay gente que se marcha, otra que fallece «pero tampoco viene gente a vivir aquí», algo de lo que depende una tienda como la suya, en la que poder comprar un poco de todo «y en la que también hay que estar todos los días, para no perder clientes», aclara. Además, también apunta que ha tenido que pelear contra la degradación de los edificios, como en el que está ubicada en la calle San Juan, donde se debería de hacer una inversión, aunque lamenta que parece complicado que se produzca.
Pese a tener clara la decisión, Jaquelín siente pena por lo que deja, «porque hay gente mayor que no podrá venir a comprar, tendrá cruzar el río y me pregunta qué van a hacer ahora», en un entorno en el que muchos clientes formaban casi una familia a la que ahora tendrá que decir adiós.