Diez años después de iniciar su andadura, Creciendo en Merindades ofrece terapia y numerosas actividades de ocio y para la mejora de las capacidades de casi medio centenar de niños y jóvenes con necesidades educativas especiales debido a sus distintos grados de discapacidad, trastornos o enfermedades raras. En esta década, en la que no han parado de evolucionar y materializar sueños, han sumado 200 socios y conquistado la comarca, puesto que el apoyo solidario representa uno de sus principales ingresos.
Para las familias han sido la salvación. Para los niños que hace una década carecían de cualquier servicio en la comarca, una oportunidad. Un grupo de madres y profesionales, como la pedagoga María Terán, primera presidenta y ahora coordinadora de programas, detectaron el problema. Un niño con necesidades especiales solo tenía la opción de desplazarse a terapias a Burgos o ser escolarizado en un colegio especial lejos de Merindades. Silvia González, una de las directivas fundadoras, subía y bajaba La Mazorra cada miércoles «con sol, niebla o lluvia» para que su hijo Sergio acudiera a Autismo Burgos. Ahora, disfruta en su casa en Medina de un asistente personal que le facilita la asociación para hacer las tareas del instituto y con multitud de sus actividades de ocio.
Cuando Creciendo en Merindades arrancó, Sergio apenas tenía 4 o 5 años. Era de esa franja de edad de niños y adolescentes con necesidades educativas especiales de los que nadie se ocupaba. Cada año siguen llegando entre 4 y 5 nuevos, recién diagnosticados de enfermedades raras, Síndrome de Down, trastornos del espectro autista, TDAH...
Inmaculada Barreiro y su hijo Markel. - Foto: A.C.Pasaron por muchas sedes hasta recalar en 2020 en las instalaciones de la calle Mayor cedidas por la Fundación de Nuestra Señora del Rosario. Allí cuentan con espacios para la terapia con la pedagoga y la psicóloga y los servicios que prestan los educadores y voluntarios, así como con una vivienda donde ofrecer fines de semana de respiro familiar, aprender habilidades para la vida adulta o recibir apoyo escolar. La asociación se mantiene abierta todas las tardes y muchos sábados, en que se desarrollan actividades lúdicas. En ocasiones, las salidas se alargan el fin de semana. En las climatizadas desarrollan terapia en el agua y en compañía del educador Asier Gallo avanzan a pasos agigantados en la terapia con perros por la que apuestan.
Tanto que los perros de Asier ya están también en los recreos del colegio San Isidro y el instituto Castella Vetula para incentivar a los alumnos con necesidades educativas especiales mediante el juego y mejorar la convivencia con sus compañeros. El acuerdo con la residencia de mayores del Rosario también ha posibilitado la plantación de un huerto y lo más importante, la formación para el empleo de los más mayores en servicios de acompañamiento en transporte, de comedor en el Centro de Día o de recepción y lavandería. Además de ello, dos grupos de usuarios de Creciendo en Merindades acompañan a los mayores del geriátrico y comparten juegos y actividades con ellos dos días por semana.
Gran fiesta. Para celebrar tantos avances, el 9 de junio se celebrará un concierto solidario, en el que tocarán de forma altruista el dúo Miguel Ángel Azofra y Diego Galaz, de Fetén Fetén; Zimmerband; el pianista Miguel Ángel Fernández; Primeros de Mes; y los dulzaineros de La Horadada. Todo lo recaudado con las entradas -12 euros en venta anticipada y 15, en taquilla- ayudará a seguir instalando un ascensor en la sede de la asociación. También habrá comida, castillos hinchables y zona adaptada.
Inmaculada Barreiro | Madre de Markel
«La asociación es de lo bueno, lo mejor»
Inmaculada Barreiro asegura que «no viviría en Medina de Pomar, si no existiese Creciendo en Merindades». Su hijo Markel, de 13 años, con un trastorno del espectro autista, es usuario de la asociación desde los 3 añitos. Ahora mide 1,75 y supera los 80 kilos de peso. «Necesita estar agotado o no hay manera de que descanse, se relaje y esté tranquilo al final del día», explica esta madre coraje que describe la asociación con una frase muy concisa: «De lo bueno, lo mejor». «Si comparas con otras zonas, esa es mi conclusión».
Ella residía en Vizcaya, pero decidió «dejarlo todo, empezar de cero» y fijar definitivamente su residencia en Medina de Pomar, primero por la terapia que su hijo recibía con María Terán y después por los servicios de la asociación. Markel disfruta de todos los posibles. Los lunes, hora y media al huerto; los martes, tres horas de apoyo escolar con los educadores; los miércoles a terapia a la piscina; los jueves, de nuevo apoyo escolar; los viernes llega el día de fiesta, de celebrar cumpleaños, jugar a la Play o lo que surja en la vivienda de la asociación.
En Creciendo en Merindades sabe que cuenta con una gran familia y el apoyo necesario ante cualquier circunstancia, como por ejemplo, si ella tuviera que ingresar en un hospital o tuviera que acompañar a sus padres, ya de avanzada edad. Si se diera ese caso, Markel necesitaría de cuidadores y la asociación le prestaría ese servicio mediante educadores y voluntarios. «Esto es muy familiar, nos conocemos todos y eso también es una gran ventaja», sostiene.
Ángel Sanjurjo y Jone Orrantia | Padres de Jara
«Aquí Jara tendrá ocio entre iguales»
Angel Sanjurjo y Jone Orrantia están entre los últimos en llegar a Creciendo en Merindades. Su hija Jara, de 3 años, es una de las sesenta personas de España y un millar en el mundo diagnosticada con el Síndrome STXBP1, una enfermedad rara genética que afecta especialmente al neurodesarrollo, la movilidad y la capacidad intelectual. Esta pareja afincada en Medina comenzó a contratar los servicios de la pedagoga María Terán y de sus terapias dio el salto a la asociación hace un año.
Jara es muy sociable y este verano, sus padres contratarán el servicio de asistente personal de la asociación para que acuda, al menos un par de horas a la escuela de verano en la guardería La Casita. También ha disfrutado de la terapia en las piscinas climatizadas y de fisioterapia, entre otros servicios. Creciendo en Merindades para estos padres representa una garantía de que «cuando crezca va a tener un ocio y actividades en las que poder relacionarse con iguales».
Y es que estos padres se debaten entre quedarse en Medina o marcharse para que Jara acuda a un colegio especial. «Ahora está genial, pero su capacidad de aprendizaje no le va a permitir continuar siempre con niños de su edad», explica su madre. De ahí que crea que en un centro especial tendría más oportunidades de estar entre iguales. Otra opción sería mantener siempre un asistente en el colegio público para que de forma permanente pueda optar a una educación inclusiva sin marcharse de Medina.