Físicamente estaba en la estación de autobuses, mentalmente en alguno de mis mundos y en la mochila llevaba Las ratas, de Miguel Delibes, para leérmelo en la playa. Pensé en sacarlo para matar el rato muerto que me quedaba hasta que llegase mi autobús rumbo a Bilbao, pero decidí aguardar libre de distracciones. Solo así se aprecian las maravillosas escenas que discurren en la cotidianidad de cada día.
Es cierto que las estaciones tienen ese carácter melancólico en el que se juntan los destinos. Me gusta creer que somos hilos en un mapa que nos enreda en determinadas personas. Y en determinados lugares ves cómo esos hilos se encuentran, se deshacen y hasta lloran. Las despedidas deberían estar prohibidas.
El verano es época de reencuentros, de esperar al pie del andén o decir adiós con una llama de nostalgia encendida. Amores fugaces que cumplieron la promesa de volver o amigos que tardarán en regresar. Las cosas pasan demasiado rápido. Pero el verano también es una época de pueblos. Y eso la estación de autobuses lo sabe. Los minibuses entran cada mañana con la humildad de su tamaño, pero con el orgullo del valor que llevan dentro.
Estaba yo pensando en alguna de estas cosas que les estoy contando cuando de repente, de uno de esos pequeños autobuses se bajaron cuatro señoras. Las cuatro con el mismo carácter en su decisión, con el mismo estilo de vestir. Le pidieron al chófer que abriera el maletero y de ahí sacaron cuatro carros. De idéntico modelo. Solo cambiaba el color. Perfectamente ordenadas fueron poniendo sus artilugios a rodar y se perdieron entre todas las personas que se movían en aquella mañana.
Yo seguí con mi viaje. Cumplí con mi tradición de poner Copenhague, de Vetusta Morla, cada vez que entro o salgo de una ciudad y dos horas más tarde estaba en Bilbao. Pero aquella escena se me quedó en la retina por la sencillez de algo tan genial como cuatro personas desembarcando en la capital para hacer la compra. Imagino que comprarían cosas distintas, la cosa es que para mí aquel día ya no me pareció igual.