La aventura de abandonar el nido

I.M.L. / Aranda de Duero
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Los usuarios de Asadema tienen la oportunidad de sentir la experiencia de independizarse de sus padres en una de las 11 viviendas tuteladas con las que cuenta la organización, donde conviven hasta 44 compañeros de piso muy bien avenidos

Cuando acaban todas las tareas del hogar, la tarde es para compartir un rato delante de la televisión, cuando no escuchan música o charlan entre ellos, siempre con buena sintonía. - Foto: Patricia

Para cualquier progenitor, el momento de ver que sus hijos se van del domicilio familiar se asemeja a asomarse a un abismo. ¿Sabrá cuidarse? ¿Comerá bien? ¿Tendrá la casa ordenada? Dudas que se incrementan si los vástagos tienen algún grado de discapacidad intelectual, porque hasta hace unos años era impensable que sus chicos se fuesen de casa. Ahora es una realidad gracias a las viviendas tuteladas que gestiona Asadema en Aranda de Duero, entidad que desde hace 46 años se ocupa y preocupa del bienestar y el futuro de este colectivo en toda la comarca. 

Lo que es un paso vital para cualquiera, para los inquilinos de estas viviendas tuteladas es toda una aventura. En ellas pasan de estar bajo el ala paterna y materna a sentirse independientes, a desarrollar las rutinas diarias del hogar por sí solos, a socializar de forma independiente y a integrarse más si cabe en el entorno del día a día. Aunque no todos los usuarios de Asadema pueden aprovechar este recurso.

«El proceso para llegar a la vivienda tutelada para personas con discapacidad intelectual moderada o ligera, requiere de una formación», remarca Alejandra López, una de las directoras del programa de viviendas de Asadema, que comparte esta responsabilidad con Rosa Figuero, que añade que «en la mayoría de los casos, esa formación se suele llevar a cabo en la Residencia Virgen de las Viñas para que adquieran las habilidades necesarias, personales y sociales para la convivencia en entornos normalizados, precisando únicamente supervisión y apoyo acorde a la necesidad de los usuarios y en momentos puntuales del día». Esta vigilancia corre a cargo de monitoras como Lourdes Prieto, que incluso hacen ronda nocturna por los pisos para comprobar que todo está correcto.

Más allá de las tareas del día a día, en estos pisos se promueve la vida en comunidad


En las nueve viviendas tuteladas con las que cuenta Asadema en Aranda tienen 45 plazas, todas menos una ocupadas en la actualidad, a las que se van a sumar en breve otros dos pisos que acaban de adquirir para ampliar esta posibilidad para más usuarios. «Contamos con dos tipos de viviendas tuteladas, siete viviendas para personas con discapacidad intelectual moderada o ligera capaces de llevar a cabo una vida más autónoma e independiente y dos viviendas para personas con grandes necesidades de apoyo», especifica López las opciones de atención actuales.

Los inquilinos de estas viviendas tuteladas experimentan esta modalidad de convivencia con una ilusión que renuevan cada día. Se les nota en la sonrisa y en su forma de explicar sus rutinas, les encanta sentirse independientes y no echan mucho de menos a su familia. Todos menos Verónica, que a la pregunta de qué es lo que más le gusta de vivir en estos pisos se acuerda de su hogar familiar. «Lo mejor es volver el viernes a San Esteban de Gormaz, porque tengo que ayudar a mi hermano en la ferretería», confirma segura porque «sin mí no sabe hacer muchas cosas», con una risa pícara.

La convivencia se desarrolla de lunes a viernes, mientras que vuelven a casa el fin de semana


Lo habitual en esta modalidad de convivencia es que los compañeros de piso estén juntos de lunes a viernes para, el fin de semana, regresar a su casa familiar en su gran mayoría. En líneas generales, por las mañanas van a al Centro Ocupacional Montecillo, otro de los recursos de Asadema, donde trabajan y comen para, una vez acabada su jornada laboral y comer allí, volver a los pisos «donde realizan actividades de ocio y sus tareas domésticas, son los encargados de realizar la cena, así como la colada o la limpieza de la del hogar», enumera Figuero algunas de las tareas que realizan. Al final, esta organización normalizada les sirve para «trabajar habilidades sociales, domésticas, salud y seguridad, autocuidado, ocio y tiempo libre, autodeterminación, comunicación y utilizan los recursos que ofrece la comunidad», concluye las ventajas de las viviendas tuteladas. 

Pero más allá de esta visión formativa de este recurso, sus usuarios lo viven con la satisfacción de sentirse independientes y prepararse para el futuro.

Verónica Caballero Mateos

«Oímos Camela o Maná, no discutimos por la música» 

Aunque le haya tocado planchar, a Verónica lo que más le gusta es arreglar su habitación y hablar por teléfono con su madre. Eso sí, aunque tienen repartidas las tareas del hogar por días, entre ellas se organizan de otra forma, pero no se queda nada sin hacer para el día siguiente. 

«Cuando vuelvo del centro, me ducho y guardo todo», relata Verónica la rutina diaria, para luego compartir un rato con sus compañeras de piso. «Vemos la tele o ponemos música, como Camela o Maná, no discutimos por la música», asegura.

Yolanda Calderón Esteban

«He estado en otro piso, pero aquí mejor, hay más gente» 

Una de las especialidades de Yolanda es hacer la cena y su especialidad son los huevos fritos. «Con el aceite caliente, los echo y salen con puntilla, aunque a veces salpique el aceite», reconoce con una gran sonrisa en su rostro.  

En el centro ocupacional está en el área de textil y, en sus ratos libres, comparte ratos con sus compañeras. «He estado en la residencia y en otro piso, pero aquí estoy mejor porque esto es más moderno y somos más gente», justifica Yolanda la buena convivencia con las vecinas de tabique.

Isidoro Ríos Serrano

«Cocinar me gusta, me salen muy bien los macarrones» 

Desde que Isidoro vive de lunes a viernes en una de estas viviendas tuteladas, tiene claras sus aficiones. «Lo que más me gusta es pasar tiempo en mi habitación, con mi tablet y con mis cosas», entre las que está su devoción colchonera por el fútbol. 

En el día a día, «nos vamos cambiando las tareas, yo los lunes limpio el polvo y paso la mopa, y cuando acabo hago mis cosas», relata. Aunque tiene claro que es lo que más disfruta. «Cocinar es lo que más me gusta, me salen muy bien los macarrones con tomate y chorizo», presume de su faceta de chef.

José María Lucas Camarero

«Soy del Real Madrid y este del Atlético, y no peleamos» 

Jose María utiliza una afición compartida con uno de sus compañeros de piso para ejemplificar la buena convivencia entre ellos. «Este es del Atlético de Madrid y yo del Real Madrid, pero no discutimos por el fútbol», asegura orgulloso. 

En el día a día, comparten las tareas del hogar, aunque presume de que se le da bien la cocina «sobre todo los postres». Estas semanas llega más cansado al piso porque «hacemos cajas de vino para la Ribera del Duero, los separadores, y ahora estamos a tope con los encargos de Navidad», advierte.

Micaela Ledesma Domínguez

«Yo hago lo que me toca como puedo, pero lo hago» 

La más joven de las inquilinas de estos pisos, ubicados en la calle Mencía González, vive su primera experiencia fuera de casa y, por lo que cuenta, le resulta fácil el día a día. «Nos levantamos, nos aseamos y recogemos la habitación antes de desayunar. Yo lo hago como puedo, pero lo hago», justifica su poca experiencia pero su buena voluntad. 

Eso sí, cuando han acabado todas las tareas de casa, esos ratos de descanso son los que más disfruta, sobre todo si los pasa «hablando con las compañeras, me gusta mucho».

Begoña Cuesta

«Vemos la tele, lo que haya, es fácil estar de acuerdo»

Después de arreglarse, desayunar y limpiar el baño, antes de ir al centro ocupacional de Asadema, Begoña aprovecha para tender la ropa de una colada «para que no se quede en la lavadora, que se arruga más», explica a modo de consejo para novatos. 

No le hace ascos a ninguna tarea del hogar, «aquí se hace de todo» insiste, pero lo que le dibuja una sonrisa en la cara es pensar en los momentos de ocio con sus compañeras. «Vemos la tele, lo que pongan, es fácil ponernos de acuerdo», asegura, porque parece que las discusiones no tienen cabida en este piso.