Del crimen de la joven Urbana Peña, acaecido en Hornillalatorre en 1953, al de Mercedes Mata, registrado en la capital en 1987, median más de tres décadas y un sinfín de horrendos sucesos acontecidos en la provincia y de los que dio cumplida cuenta el semanario negro por antonomasia: El Caso. Ninguna otra publicación de la época se hizo eco con tanto celo del envés más siniestro de la condición humana, de los actos más espeluznantes que pueden llegar a cometerse. Burgos, por desgracia para los anales oscuros de su reciente historia, ostentó enorme protagonismo a lo largo de la existencia de aquel rotativo, que aunque denostado con el sobrenombre de 'El periódico de las porteras', gozó de enorme popularidad, llegando a vender hasta 400.000 ejemplares, algo imposible de conseguir para la prensa convencional de aquella y de casi todas las épocas. Hay muchas generaciones de lectores de periódicos que recuerdan perfectamente este semanario, que acaban de resucitar -con todas las informaciones alusivas a Burgos de las que dio noticia- los investigadores Juan Carlos Pérez Manrique y Miguel Moreno en un libro espléndido que estará esta semana en las librerías.
La obra, El Caso en Burgos -editado por el Instituto Municipal de Cultura-, no sólo incluye todas las páginas en versión facsimilar en las que Burgos fue noticia, sino que traza un brillante y concienzudo análisis de la prensa de sucesos de la época, de lo que significó El Caso en la sociedad burgalesa y española, de los reporteros que se ocuparon de los hechos, así como de algunos de los sucedidos más llamativos de cuantos se registraron en la provincia. El libro se abre con prólogo de Juan Rada, decano de los plumillas de la crónica negra que fue además director de El Caso. «La aparición de El Caso constituyó un fenómeno mediático. Divulgaba crímenes y siniestros que se producían en un país cerrado casi por completo hasta entonces a este tipo de información», escribe el veterano periodista, que explica cómo el fundador del rotativo, Eugenio Suárez, sorteó la imposición del régimen de dar cuenta de no más de dos hechos sangrientos a la semana haciendo ediciones diferentes para cada región de España, según el escenario de los crímenes.
Juan Carlos Pérez Manrique y Miguel Moreno recogen la existencia de 153 noticias generadas en Burgos entre los años 1952 y 1985, con un total de 65 homicidios, «casi siempre crímenes horrendos y con frecuencia ocurridos en el ámbito familiar. Fue una constante a lo largo del tiempo», escriben los autores del libro. Asimismo, se identifican 23 sucesos fortuitos (como accidentes de carretera o incendios como el que asoló el Gran Teatro de la capital en 1975); 21 asuntos insólitos (desapariciones, avistamientos de OVNI o crónicas de tribunales, siendo el Proceso de Burgos el que más tinta hizo correr en sus páginas).
El mítico rotativo contabilizó hasta 153 noticias generadas en Burgos
La nómina de reporteros, fotógrafos y dibujantes que dejaron su firma en El Caso bien como enviados especiales, bien escribiendo las crónicas o haciendo las fotografías desde Burgos, es extensa, siendo los más destacados algunos de los que han pasado a la historia del periodismo como primeras plumas de la crónica negra: Margarita Landi (cubrió más de veinte de sucesos en la provincia desde 1954 -fue quien firmó la tragedia de las diez niñas muertas en la iglesia de la cripta de San Nicolás, en Miranda en Ebro- hasta 1980, cuando contó la maravillosa historia de la huelga de unos monaguillos en Sotresgudo), Ángel Colodro, Delfín Rodríguez, José Quílez Vicente o Pedro Costa son algunos de los más importantes. «Las historias las contaban periodistas que cumplían con dos exigencias de los lectores: explicar las causas del suceso y con su trabajo reclamar que se aplicaran mecanismos de reparación social», escriben los autores.
Esos periodistas «eran reporteros de calle (no de oficina esperando sentados la noticia de agencia) que investigaban y buscaban la noticia extrema y sorprendente. Su objetivo era ser los primeros en llegar al lugar del crimen para dar un estilo propio al periódico basado en reportajes de calle e investigación escritos con estilo directo y sencillo bajo titulares llamativos y sensacionalistas. Mitad informadores, mitad detectives, seguían a investigadores, víctimas, familiares... recabando información en cualquier parte, incluidos los lugares más peligrosos. Se encuadraban dentro de un colectivo en el que no eran bien vistos. Eran profesionales entre los que los fotógrafos y dibujantes tenían vital importancia (al lector le importaba tanto o más la imagen que el texto) por lo que nunca volvían a la redacción sin alguna instantánea del acontecimiento; gente vocacional, incansable, ilusionada, divertida y apoyada por una amplia red de corresponsales en las principales capitales. Mantenían buena relación con la policía, siempre fuente de información. Vivían en primera línea de choque 'haciendo calle y comiendo noche'».
El libro desmenuza ocho de los sucesos más singulares: El crimen de Hornillalatorre (1953); el de caso de los 'Atracadores señoritos' (1954); el doble crimen de Boada de Villadiego (1964); el juicio a ETA (1970); el extraño robo en las oficinas del Burgos CF (1975); el presunto avistamiento de un ONVI en Quintanaortuño (1975); el incendio del Gran Teatro (1975); y el asesinato de dos policías a manos del violento quinqui Rafael Bueno Latorre (1983).