Las andanzas de José María de Palacio y Abárzuza, conde de las Almenas, tan mecenas como ladrón, merecían una novela. El tipo que expolió la Cartuja de Miraflores a su antojo en el primer cuarto del siglo XX, llevándose del cenobio burgalés, entre otras joyas, una maravillosa talla en alabastro de Santiago El Mayor que se encontraba en la cabecera del sepulcro de Juan II e Isabel de Portugal, obra cumbre de Gil de Siloe que acabó en el Metropolitan Museum de Nueva York y que ha sido reclamada por los cartujos, tiene esa novela. Aunque la verdadera protagonista es la Cartuja de Miraflores, esa obra de ficción se titula Los prodigios de Gillingham, la firma el periodista José Francisco Rodil y está publicada en Velasco Ediciones.
El sepulcro de Juan II de Castilla e Isabel de Portugal, de Gil de Siloe, sirve de excusa al narrador para armar una trama en torno al contrabando de obras de arte. La sinopsis de la obra es bien sugerente: a finales de los años sesenta, en el madrileño barrio de Moncloa se instala un personaje estrambótico, con fama de taumaturgo: el inglés William Gillingham. El misterioso extranjero, que se tapa un ojo con un parche de tela, despierta la curiosidad del vecindario e inflama las fantasías de los más pequeños.
Pasados los años, Eduardo Poveda, uno de aquellos niños, viaja a Londres y descubre, por casualidad, el rastro de Gillingham. Comienza entonces a indagar sobre el tipo que tanto lo había impactado en su niñez, con el que había llegado a obsesionarse. Poveda convence a un periodista, amigo de la infancia, para que lo ayude en una investigación que los llevará por Nyon (Suiza), Madrid, Londres, Ávila, Oviedo, Santiago de Compostela, Burgos, el valle del Tiétar… y que arrojará resultados sorprendentes en torno a operaciones de espionaje, expolio del patrimonio artístico español y contrabando de obras de arte. Es una historia que habla también de sobornos a colaboradores de Franco, del ocultamiento y evasión de nazis convictos y de criminales de guante blanco.
Reclamación al MET. Como ya adelantó hace varias semanas este periódico, noticia de la que se han hecho eco esta semana medios de comunicación nacionales, los cartujos han reclamado al Metropolitan Museum de Nueva York la devolución de la talla de Santiago El Mayor que formaba parte del espectacular conjunto funerario del cenobio burgalés y que fue sustraída por el conde de las Almenas en el primer cuarto del siglo XX. Esa y otras piezas fueron posteriormente subastadas por el ínclito noble, yendo a parar la obra de Gil de Siloe a manos de la gran pinacoteca neoyorkina. Los cartujos aún no han recibido contestación alguna por parte del museo.