Hace dos semanas, los días 21 y 22 de marzo, nuestra ciudad acogió la visita de un científico excepcional: el profesor Jack Szostak, Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 2009.
Aunque resulta imposible resumir su dilatada y exitosa carrera en las dimensiones de este artículo, daré algunas pinceladas sobre su biografía. Nacido en Londres pero con nacionalidad estadounidense y canadiense, este doctor en Bioquímica por la Universidad de Cornell comenzó su carrera investigadora en el campo de la genética molecular. Trabajó intensamente sobre la estructura y función de los telómeros, las secuencias de ADN situadas en los extremos de los cromosomas y que los protegen de la degradación. Su investigación permitió profundizar en el papel de la telomerasa, una enzima que combate el acortamiento de los telómeros cada vez que las células se dividen, por lo que resulta esencial para prevenir la degradación cromosómica y el envejecimiento del organismo. Los relevantes hallazgos de Jack Szostak fueron reconocidos décadas después con varios premios, entre ellos el Nobel de Fisiología o Medicina en 2009, compartido con dos científicas tan brillantes como él: Elizabeth H. Blackburn y Carol W. Greider.
En cualquier caso, desde el año 1990 Jack ya estaba trabajando en otro tema de investigación, también fascinante: intentar entender cómo pudo surgir la vida en nuestro planeta y qué papel desempeñó una molécula clave, el ácido ribonucleico o ARN. En este campo ha realizado contribuciones fundamentales, siendo reconocido como el mayor experto a nivel mundial en la transición de la química a la biología.
En la actualidad es catedrático de Química en la Universidad de Chicago e investigador del Instituto Médico Howard Hughes, en Estados Unidos. Lidera un programa interdisciplinar en su universidad, llamado Iniciativa para los orígenes de la vida, que también incluye las aproximaciones hacia algo tan ambicioso y difícil como la síntesis en el laboratorio de sistemas autorreplicativos y con capacidad de evolución. Es decir, de células vivas.
Pero este hombre sabio es, ante todo, una persona extraordinaria: cercano, humilde, generoso y con gran sentido del humor. Tuve el placer de conocerle hace más de veinte años, y nos hemos ido encontrando en numerosos congresos y reuniones sobre el origen de la vida o la investigación en astrobiología, celebrados en diferentes países. De hecho, en 2016 le invité a un simposio internacional que tuve el honor de co-organizar para la Fundación Ramón Areces, en Madrid. Gracias a todo ello, y a 'la buena química' (nunca mejor dicho) que tenemos, Jack ha llegado a ser, además de mi maestro, mi amigo.
Hace tres semanas me escribió desde Cambridge para decirme que iba a pasar un par de días en Madrid y que podríamos volver a vernos. Pero le hice una propuesta con la que él no contaba: venir a conocer Burgos y todos sus atractivos, tanto artísticos como científicos. Y, también los gastronómicos, por supuesto. Aunque nunca había estado aquí, un hombre culto como él sabía de nuestra impresionante catedral y de esta posición privilegiada en el Camino de Santiago. Además, conocía bien la relevancia de los hallazgos realizados en Atapuerca, desde los primeros descubrimientos hasta el más reciente: el rostro de ese Homo affinis erectus llamado Pink, recién publicado en la revista Nature. De hecho, en otras ocasiones ya habíamos hablado de lo relevante que es profundizar en las conexiones entre el origen de la vida y la evolución humana.
Por tanto, me dijo que mi propuesta le apetecía muchísimo. Y en un tiempo récord, gracias a la rápida y decidida labor del Ayuntamiento de Burgos y de la candidatura a Capital Europea de la Cultura 2031, lo que parecía imposible se hizo realidad. Así, a lo largo de dos intensos días, visitamos el CENIEH para conocer de primera mano la extraordinaria investigación que allí se lleva a cabo, fuimos recibidos por la alcaldesa y la prensa en el Palacio de Castilfalé, concedió una extensa entrevista a este periódico, admiramos los fósiles que se exhiben en el MEH, visitamos el casco histórico de la ciudad y la Catedral, y recorrimos los Yacimientos de Atapuerca. Quedó impresionado con todo lo visto y escuchado. Desde aquí, quiero expresar mi mayor gratitud (y la suya, me lo repitió en varias ocasiones) a todas y cada una de las personas implicadas en el éxito de esta visita.
Pero el punto álgido de la estancia de Jack en Burgos fue la conferencia El origen de la vida y los primeros pasos de la evolución, que impartió el viernes 21 en el Fórum Evolución, seguida por una animada tertulia con el público que abarrotaba la sala. Allí, tanto las autoridades presentes como el resto de los asistentes pudieron comprobar la gran calidad científica y humana de nuestro ilustre invitado.
Cuando aún resuenan los ecos del paso de Jack por Burgos, es buen momento para recordar algo que también comentamos en el Fórum y que desde esta tribuna he defendido en varias ocasiones: la ciencia y la innovación son una parte esencial de la cultura, junto a las humanidades y las artes. En nuestra ciudad tenemos el privilegio de contar con valores imbatibles en todos estos ámbitos, lo que sin duda impulsará nuestra candidatura a Capital Europea de la Cultura 2031. Porque el Renacimiento que proponemos nos obliga a poner en valor nuestra historia, pero también a mirar decididamente hacia el futuro de Burgos. Como dice nuestro emotivo himno: a leer en su pasado/ y a labrar su porvenir.