Tuvieron que salir de su casa para no morir por el efecto de una de las miles de bombas que hace un mes caían sin parar sobre Severodonetsk, una de las ciudades de la región de Lugansk (Ucrania) más machacadas por el ejército ruso. Tanto, que dice Olena Liubera que la población ha pasado de tener 130.000 vecinos a apenas un millar. Así que esta mujer de 44 años hizo lo que a cualquiera se le hubiera ocurrido en su situación: cogió una pequeña maleta con la documentación y cuatro cosas imprescindibles, a su madre, Larisa Lomakina, de 67, a sus hijos David, de 11, y Procov, de 6 y que tiene un trastorno del espectro autista, a sus dos mascotas, el perro Busia y el pequeño gato Stopa, y se montó con ellos en un autobús rumbo a Polonia. Su destino sería Villlarcayo, la localidad de la provincia de Burgos que les ha recibido con los brazos abiertos, pero aún no lo sabía, y su anfitriona, la enfermera Montse Fernández, que ha pasado ya a ser de la familia. No hay más que ver cómo la abrazan y cómo expresan con un español pobre aún lo que la generosidad de esta mujer ha supuesto para ellas.
No quiere hablar de la guerra Olena. Es lo primero que le dice a su paisana Ina Moroz, que tuvo la gentileza de hacer de intérprete para Diario de Burgos ya que habla un buen castellano, producto de los veranos que pasó en España tras la catástrofe de Chernobyl, y que también ha tenido que salir de Ucrania con sus niños, el pequeño con apenas cuatro meses. Pero la madre de David y Procov no puede evitar recordar y verbalizar que tuvo que cobijar a sus hijos debajo de su cuerpo por el impacto de un mortero que cayó bien cerca de su hogar.

(El reportaje completo, en la edición impresa de hoy de Diario de Burgos)