Cientos de millones de personas pasan hambre en nuestro planeta. Las causas son variadas y van desde el mal gobierno de sus países, las sequías casi permanentes en otros, especialmente en los africanos, los huracanes que se suelen cebar en los países más pobres y necesitados, o los conflictos bélicos como los de Sudán del Sur o las criminales actuaciones de ejércitos de países ricos y supuestamente civilizados como Israel que no permiten que entren alimentos en la franja de Gaza en la cantidad mínimamente necesaria.
Pero al mismo tiempo, según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) desperdiciamos el 40% de los alimentos que producimos. En España tiramos aproximadamente 250 kg/año por hogar, casi siempre sobras de otras comidas o alimentos pasados de fecha, o lo que es lo mismo, 164 kilos por persona y año. Muchas veces son los propios supermercados los que no compran al productor frutas o tomates perfectamente comestibles porque no tienen el aspecto o tamaño requeridos. Hemos visto en televisión imágenes de toneladas de tomates arrojados por un barranco porque no cumplían los estándares del mercado. Tampoco es raro en las grandes ciudades ver a la gente al cierre de los supermercados arremolinarse para recoger productos alimenticios desechados por los grandes supermercados porque están a punto de caducar o recién caducados.
A nivel global los alimentos que acaban en la basura podrían alimentar a 3.000 millones de personas de los más de 8.000 millones que habitamos este planeta desde el 15 de noviembre del año 2022. El problema más importante que tenemos los terrícolas es seguramente el de la superpoblación. Cada año aumenta el número de terrícolas en unas cuantas decenas de millones de personas que hay que alimentar. De la superpoblación derivan sin duda buena parte de los problemas planetarios.