Llevo todo el lunes resistiéndome a mi primer impulso, pero la sabiduría popular me ha vencido. Pendiente como estaba del reparto de carteras ministeriales, al desvelarse el agraciado con Transportes se me puso un nudo en el estómago que enseguida traduje en palabras: Si antes era difícil, ahora se me antoja imposible. Este desánimo se avivó pasadas las horas por los comentarios de todo el mundo, o de mucho mundo, en el foro de debate de las redes sociales si, pero también en la calle, mientras tomaba el café matutino, en la panadería, incluso mi madre, que de esto de la política y del reparto de responsabilidades desde Moncloa pasa bastante. 

Está en la calle, cualquiera que en las últimas décadas haya participado en alguna acción reivindicativa para pedir primero, exigir a estas alturas, la reapertura de la línea Madrid-Aranda-Burgos puede haber pensado: Si depende de Óscar Puente que volvamos a tener tren, podemos seguir esperando hasta que las ranas echen pelo; tirando de sabiduría popular, o también, a perro flaco...

Un ministro debe ser ecuánime, no puede barrer para casa, para él todos los ciudadanos y territorios son iguales,... Puede ser, pero con la trayectoria de trabajo y declaraciones del nuevo ministro de Transportes cuando era alcalde de Valladolid, ver pasar un tren hacia Madrid desde Burgos y pasando por Aranda de Duero se ha tornado en utopía. Y lo digo con toda la congoja de mi lado reivindicativo por el futuro de la economía provincial, ribereña, arandina. 

Nos queda una esperanza. Este gobierno progresista tiene una mayoría socialista, al menos en sus siglas. Así que es ahora cuando lo social se tiene que hacer oír con más fuerza que nunca. Es hora de hacer llegar a la Moncloa, alto y claro que Aranda, la Ribera y Burgos quieren tren para no quedarse en el andén del futuro.