El estado de Israel se ha convertido en una vergüenza para el mundo, en el epítome del Mal. Nada, ni el más vil ataque que haya hecho Hamás justifica el exterminio genocida que Israel está practicando sobre el pueblo palestino.
La historia del conflicto palestino-israelí no es sencilla en cuanto a las sumas de sufrimientos que se solapan -migraciones de quienes huían de pogromos y persecuciones en sus estados originarios, más tarde de la propia Solución final nazi-, entremezcladas con sueños de fundamentación nacionalista -el sionismo-, que les conducen a un territorio-sueño sobre el que no tenían derecho alguno, no más, desde luego, que aquellos que llevaban siglos, generación tras generación viviendo allí. Luego, las guerras con los estados vecinos, la ocupación de territorios, el incumplimiento de las resoluciones de la ONU, la subalternización y explotación, la violencia terrorista, el apartheid… Una larga historia llena de privaciones, campos de refugiados, pobreza, ausencia de horizontes, extorsión, hambre, enfermedades, robo de la tierra, a un lado; ultradesarrollo, hiperconsumismo, comodidades, bienestar, alta tecnología y total compadreo con el primer mundo, del otro.
El actual gobierno israelí, con su primer ministro a la cabeza, ha decidido que es el momento del exterminio. Los brutales atentados de Hamás han dado paso a una respuesta bélica que conlleva una voluntad genocida. Los ataques del ejército israelí contra la población palestina han supuesto el arrasamiento de hospitales, escuelas, campos de refugiados, la aniquilación de las infraestructuras para volverlo todo inhabitable. No han dejado nada. Apenas han permitido el paso de alguna ayuda humanitaria; destruyen las cargas de los camiones con alimentos, con medicinas. Nada que permita la vida.
Israel no es una democracia, sino una teocracia envalentonada que esgrime un derecho divino y se dice pueblo elegido. El resto, exterminable. Como muestran los soldados y colonos en sus vídeos, las víctimas, los palestinos, son risibles, humillables, goyim. Las manifestaciones de sus dirigentes amenazando a España por querer reconocer el Estado Palestino, con invocaciones a la Inquisición, muestran qué tipo de exaltación fanático-religiosa y doble moral opera en sus mentes para legitimar su violencia de hoy...
No es más que un gesto, pero en estos tiempos de miserables liberticidas, de líderes conservadores blanqueando vilmente el fascismo mussoliniano, de tanta bajeza moral y mediocridad, pocas cosas podemos hacer más dignas y moralmente más necesarias que reconocer el Estado Palestino como solidaridad con su pueblo inocente.
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