La boda de Giorgio y Rossella en la bonita ciudad costera de Livorno se convirtió de la noche a la mañana en uno de los eventos del año para la mítica banda Farrustel & La Farrulata. La amistad que une desde sus estudios en Madrid al italiano desposado y a Félix, trompetista e integrante del grupo, acabó con un viaje en autocaravana de 16 horas y con vacaciones improvisadas -para algunos- al país mediterráneo. Con el equipo al completo a cuestas y con la ilusión de interpretar los temas de sus dos discos, Sequía y Aprendiendo de mí, y de otros artistas, el cansancio no impidió que este torbellino musical de Briviesca ofreciera tres conciertos a lo grande en tierras -hasta la semana pasada- desconocidas.
La madrugada del martes 27 de agosto Marino, Adrián, Pablo, Charly y Félix cargaron sus instrumentos en el vehículo y emprendieron un viaje por Francia, pasando por ciudades tan conocidas como Toulouse o Mónaco, hasta llegar a su destino. Apenas pudieron saborear unas pocas horas de playa y sueño antes de ponerse manos a la obra y demostrar a los livorneses y turistas que están hechos de otra pasta. Con el desparpajo que les caracteriza y ese alma de 'garrapateros' transmitido por Miguel Benítez -fundador junto a Marcos del Ojo del grupo Los Delinqüentes- pero con un idioma y un público distinto jugando en su contra les frenó para sacar su personalidad más canalla en la hora y cuarto que duraron sus espectáculos.
La mini gira inesperada en Italia comenzó a lo grande, en el símbolo de la ciudad, en plena Fortezza Vecchia (fortaleza vieja), situada junto al puerto de los Medici, uno de los más importantes de la península, bordeado por esta imponente fortificación que contiene el alma y la historia del territorio. Primer núcleo de origen medieval en torno al cual se desarrolló la vida urbana y el área donde se encontraron evidencias en épocas aún más antiguas, que se remontan incluso a la Edad de Bronce y del Hierro y a los periodos etrusco y romano, los briviescanos desenfundaron las guitarras española y eléctrica, el bajo, la trompeta y montaron la batería -de ahí el trayecto en caravana y no en avión- y en un escenario de ensueño dieron rienda suelta a su pasión.
Entre los imponentes muros de piedra resonó un repertorio variado mezclando el suyo propio (Rumba vacilona, Bombeta, Dispuestos a soñar o Vivir volando) con éxitos de ayer y hoy (Sarà perché ti amo, Felicità o Bailando) y un público más entregado y numeroso de lo esperado -a pesar de que muchas canciones no se las sabían- bailó y lo dio todo hasta el final. Con un 'chute' de energía importante tras amenizar un ambiente inexplorado y recibir el aliento de tantas personas, los jóvenes cargaron pilas para la actuación del día siguiente. Con poco descanso de por medio, como si de grandes estrellas internacionales se trataran, volvieron a las andadas esta vez en el Baretto Academmia, ubicado frente al mar. Una espectacular puesta de sol como telón de fondo y un marco incomparable, los músicos arrancaron fuerte. Sus rostros resultaron algo más conocidos después de protagonizar un reportaje en el periódico local Il Tirreno, y la soltura con la que se manejaron en el 'escenario' demostraron que se sentían igual que en casa. Como en cada encuentro con sus seguidores, dispararon el buen rollo con su música.
Para finalizar el breve, pero intenso recorrido, el sábado se dieron cita en el evento más especial: la boda. Celebrada en Platani Park, los cinco briviescanos tuvieron el placer de amenizar la celebración de un buen amigo que les abrió las puertas de su ciudad y les brindó la oportunidad de dar a conocer por primera vez su estilo personal fuera de España. Sin duda, una experiencia vital para los integrantes que ya han regresado con el alma lleno y con muchas ganas de seguir animando el cotarro como solo ellos saben. «¡Arrivederci!», fue la palabra que más escucharon después de dejar la huella de la capital burebana plasmada en la bella Italia.