Eche un último vistazo a la nevera, amigo lector, por si se ha olvidado las uvas y no puede celebrar Nochevieja. Conozco a más de uno que tuvo que brindar con gajos de mandarina y luego las cosas no le fueron nada bien, así que espabile.
Ese acorde solemne de uvas y campanadas suscita en cada uno de nosotros deseos diferentes y revela la diversidad del ciclo vital. La edad va priorizando los viejos sueños de salud, dinero o amor e instalando el pasado, presente o futuro como tiempo de vida. Los niños, por ejemplo, se las tragan de dos en dos para acabar los primeros sin ninguna conciencia del tiempo, igual que los adolescentes, deseando coger la puerta y sumarse al fiestorro con los amigos. Y resistirán el sueño, los tacones, el frío y lo que les echen para beber y bailar toda la noche, buscando enamorar(se).
Después viene un momento en la juventud, cada vez más tardío, en que aparece la noción de futuro y la enorme importancia del dinero. «Un buen curro», se suele pedir al tomar las uvas, además de disfrutar del noviete que tienen o que quieren tener. Un futuro largo, muy largo, que se va convirtiendo en presente cuando ya tenemos (o tuvimos) pareja, hijos, actividad laboral, hipoteca y un montón de gastos. En esta etapa el presente nos absorbe por completo la energía, con alguna que otra mirada al futuro inmediato. Y por supuesto, al tomar las uvas pedimos que se mantenga (o aparezca) la pareja, el curro, que sigan viviendo los padres y que los hijos no se droguen y no suspendan.
No sabría precisar cuándo empezamos a mirar al pasado y, además de formular deseos, entre uva y uva hacemos inventario de lo que somos y lo que pudimos ser. Una práctica peligrosa, que siempre arroja pérdidas y que genera un montón de propósitos como adelgazar, disfrutar más, trabajar menos, hacer ejercicio y una lista infinita.
Pero nadie se toma las uvas con mayor emoción que las personas mayores sintiendo, en cada trago y cada campanada, enorme gratitud por estar vivo un año más y la salud como único y poderoso deseo. En cualquier caso, ese tañido que anuncia el nuevo año tiene algo de mágico y de vertiginoso para todos. Así que desde aquí les deseo que en 2024 se cumplan esos sueños, íntimos y secretos, que cada uno esconde en el corazón.