Seguro que prácticamente la totalidad de los lectores han elevado estos días sus copas para brindar en reuniones familiares y de amigos. Es probable que a la vez que chocaban unas con otras y se escuchaba el alegre chin chin del roce de la vajilla, entonaran con fuerza esta palabra mágica, y casi sagrada, cargada del deseo real hacia los nuestros: ¡¡¡SALUD!!!
Las fechas navideñas se caracterizan por proclamar salud y paz pero, muchas veces, nuestras acciones provocan todo lo contrario estos días, porque estamos más estresados con ir y venir, comprar de más, preparar y asistir a banquetes y, por tanto, comer y beber en exceso, trasnochar y alterar nuestro orden horario de sueño y descanso… En fin, que, aunque hayamos disfrutado de ellas, estas fiestas nos habrán dejado agotados a muchos, y la llegada de la vida normal, junto con esas ganas de empezar el año con propósitos y deseos de mejorar cositas de nuestra vida, harán más agradable el fin de fiesta.
Y respecto a la aceptación social del consumo de alcohol como algo normal y bien visto, hasta el punto de fomentarlo y obviar los efectos negativos en nuestra salud, es necesario darle una vuelta. No quiero ser aguafiestas ni purista, pero esta es la realidad de la evidencia científica: no existe un nivel seguro de consumo de alcohol, los riesgos sólo se evitan si no se consume.
Beber implica siempre algún riesgo para la salud, por lo tanto, cuanto menos alcohol, mejor.
Y es que muchas veces no imaginamos estar en ese grupo de consumo de riesgo, porque puede no parecer excesivo ni embriaguez, que es lo que suele alertar del alcoholismo.
Por ejemplo, el test de AUDIT-C advierte de que es consumo de riesgo tomar más de cuatro veces a la semana, 4 cañas o 4 vinos al día, en hombres y 2 o 3, en mujeres. O también, más de 6 vinos o 6 cervezas, o 4 en mujeres, puntualmente en poco tiempo. Aumenta la probabilidad de tener problemas de salud como cáncer, enfermedades crónicas, dependencia y problemas de salud mental, además de consecuencias sociales y económicas.
Invito a la reflexión desde el rol sanitario que me compete, y porque siempre se puede mejorar la salud desde la toma de decisiones libres y responsables cuando existe información y convicción.
Todo lo que hacemos en torno a unas rondas de alcohol, lo podemos hacer también, dejando en la mitad las cantidades que tomemos, por ejemplo. Y ser conscientes de sus efectos. Y, por cierto, que el que no toma alcohol, no es un bicho raro; o no le gusta o no le hace sentir bien, o cree que es mejor para su salud y su vida. Le apoyo.
Y seamos rigurosos con el consumo cero cuando vamos a realizar trabajos, deportes, conducir o manejar herramientas, en el embarazo y la lactancia, en edades tempranas, o con el consumo de fármacos.
El cambio de cultura como sociedad tendrá un impacto real en la salud individual.
No te hagas daño.