La llegada de Salvador Illa a la presidencia de la Generalitat de Cataluña, ha cambiado el rostro de la política catalana, que ha abandonado el monotemáticas independentista protagonista de convulsiones institucionales y de enfrentamientos a varias bandas que condicionaban la vida nacional. El presidente socialista de la Generalitat si bien no ha recompuesto el denominado oasis catalán, habitable cuando CiU colaboraba en la gobernación del Estado y Cataluña era la principal economía del país, sí ha conseguido calmar las aguas y que la gestión de los problemas de los ciudadanos se impongan a las cuestiones identitarias, además de que ha recompuesto las relaciones con el resto del país con su presencia en actos institucionales presididos por el rey y en los organismos autonómicos comunes.
El hecho de no contar con un líder de la oposición, papel que no puede ejercer Carles Puigdemont y de que todos los partidos independentistas y progresistas hayan estado inmersos en procesos congresuales -celebrados los de Junts y los 'comunes' y a falta de realizarse el de ERC-, ha facilitado el trabajo de ordenación emprendido por Illa, que a partir de los cien días desde que es inquilino del Palau de la Generalitat, alcanzados estos días atrás, deberá ponerse a trabajar en los dos principales retos para la estabilidad de su gobierno.
El primero es sacar adelante los presupuestos con el apoyo de los partidos que permitieron su investidura, que ya van tarde, como los nacionales. Y el segundo, avanzar en la financiación singular pactada con ERC, que levanta ronchas en el resto de comunidades autónomas, asunto que el gobierno trata de dilatar a la busca de soluciones intermedias que satisfagan a todos o, que no satisfagan a nadie, que es lo más probable, pero que puedan desbloquear o favorecer otro tipo de acuerdos, como la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, otra apuesta del Gobierno que cada vez encuentra más obstáculos. Con la situación demediada de Junts en Cataluña y a la búsqueda de su futuro papel, utiliza sus siete escaños para hacer en Madrid lo que no puede hacer en Barcelona.
El oasis catalán alcanzaría todavía mayor tranquilidad si la ley de amnistía se aplicará en toda su amplitud, a lo que se opone una judicatura que se mostró contraria a darla por buena desde el primer momento. Un caso en el que se está a la espera de decisiones de tribunales superiores al propio Supremo, que ha propiciado un intenso debate jurídico-político.
Cien días después de su investidura, podría afirmarse que la apuesta de Pedro Sánchez, en favor de Illa, y su decisión de no ceder a las pretensiones de Carles Puigdemont para ser el molt honorable ha dado sus frutos en Cataluña aunque le compliquen la gobernabilidad del país, porque Junts muestra su cara de partido de derechas cuando se aborda el debate sobre los impuestos y la economía.