Una sólida red social evita que 100 personas duerman al raso

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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En el recuento nocturno que impulsó el Ministerio de Derechos Sociales y organizó el Ayuntamiento en octubre 2023 se registraron 108 sintecho, pero solo 10 pernoctaban en la calle en Burgos, el resto estaba acogido en el albergue y otros dispositivos

Coumba Diabang tiene 23 años y ha estado los últimos dos meses durmiendo en el albergue municipal que gestiona Cáritas. Ahora acaba de encontrar un alquiler razonable. - Foto: Patricia

Con el objetivo de mejorar el conocimiento del fenómeno de la exclusión social y, en concreto, el de quienes no tienen un lugar donde vivir y sus características, el 24 de octubre de 2023 se realizó en Burgos un recuento nocturno de personas sin hogar impulsado por el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, cuyos resultados se dieron a conocer el pasado 18 de diciembre. Organizado por los servicios sociales del Ayuntamiento y desarrollado por un grupo de 40 personas voluntarias, fundamentalmente estudiantes de los últimos cursos de Educación Social de la Universidad de Burgos, pero también miembros de entidades sociales como Cáritas, Cruz Roja, Burgos Acoge y algunos trabajadores sociales de la administración municipal, consistió en peinar la ciudad entre las 12 de la noche y las dos de la madrugada para detectar a gente que pudiera estar durmiendo en la calle, pero también conocer cuántos sintecho utilizaban viviendas alternativas. En total se localizaron 108 personas sin hogar, de las que diez dormían en la calle, 33 en el albergue municipal, 41 en otros recursos sociales y 24 en viviendas, lo que significa que el 91% a pesar de no tener un hogar no pasaba la noche a la intemperie.

De todas ciudades en las que se hizo el mismo estudio (Ciudad Real, Almería, Palencia, Valladolid, Zamora, Albacete, Pamplona, Tudela, Valencia, Gandía, Torrent, Logroño, Avilés, Gijón, Oviedo, Cartagena, Algeciras, Cádiz, Córdoba, Zaragoza, Telde, Parla, Alicante, Castellón de la Plana, Elche y Palma)  Burgos ocupó el duodécimo lugar con respecto a la tasa total por 1.000 habitantes, que fue del 0,619. Por zonas (vinculadas a los ceas), se hallaron tres personas durmiendo en la calle en Vadillos, dos en Gamonal-Las Torres y una en Arlanzón, San Pedro y San Felices, San Pedro de la Fuente, San Julián y Capiscol. Casi todas estaban solas. 

Me encantaría ser enfermera, estudios que dejé a la mitad, pero de momento, me estoy formando en Electricidad»»
Coumba Diabang, Senegal, 23 años

El perfil de las personas que fueron halladas en diferentes puntos de las calles de la ciudad se corresponde con un varón (78%) de nacionalidad española (57%) y de entre 30 y 55 años (57%). Se destaca también en las conclusiones un asunto que puede parecer menor, pero que no lo es y que tiene que ver con el hecho de que estuvieran acompañados por una mascota, lo que ocurrió en el 20% de los casos.

Ayoud Elhissani, marroquí de 25 años.Ayoud Elhissani, marroquí de 25 años. - Foto: Patricia

En ocasiones, explican desde Cáritas, la compañía de un perro es muy importante para las personas sin hogar, puesto que pueden pasar días en completa soledad y sin que tengan contacto con absolutamente nadie, hasta el punto de que existe un proyecto sobre la mesa para valorar la autorización de pernoctar en el albergue municipal con los animales, lo que hasta ahora está prohibido.  

Hay más hombres que mujeres en esta situación y más españoles que extranjeros


Los datos del informe no han sorprendido en Cáritas, la entidad que tiene la gestión del albergue municipal y un amplio programa para personas sin hogar. Su responsable, David Polo, explica que son, aproximadamente, las cifras con las que se trabaja en los últimos años, y sobre el hecho de que solo se hayan encontrado 10 personas en la calle del total de 108 sintecho, subraya que la buena coordinación entre los servicios sociales municipales, las entidades del tercer sector y el área de policía de la diversidad de la Policía Local hace que los factores de protección de este colectivo sean muy altos en la ciudad.

Celestine Obi es nigeriano y tiene 59 años.Celestine Obi es nigeriano y tiene 59 años. - Foto: Patricia

Uno de los recursos que sostienen este estado de cosas es la Unidad de Mínima Exigencia, un espacio pensado específicamente para que en los meses más fríos del año nadie duerma a la intemperie, de hecho, abre únicamente entre los meses de noviembre y abril. En estas últimas noches en las que las temperaturas se han desplomado han estado ocupadas sus ocho plazas, aunque, como indica Polo, cuando se trabaja con estas personas hay un espacio bastante grande para la improvisación: «Anoche -explicaba el jueves- no llegó uno de los chicos que estábamos esperando, pero esto no es infrecuente que ocurra».

Vine a España con 18 años en patera porque quiero tener una vida mejor. Trabajo de lo que sea»
Ayoud Elhissani, Marruecos, 25 años

Se trata de un colectivo en el que, además de la individualidad de cada una de las historias,  existen algunos puntos en común que suelen ser frecuentes. Hay problemas de salud mental, de adicciones (o ambos a la vez), deterioro de las relaciones sociales y familiares y ruptura con sus lugares de origen por motivos de pobreza o de circunstancias políticas, lo que es muy frecuente entre los extranjeros que acuden a diario a la sede de Cáritas en la calle de San Francisco. «Cada persona tiene su propio recorrido y su propio itinerario en el que les acompañamos junto con el resto de servicios sociales de la ciudad», admite Polo, que levanta como si fuera un trofeo un contrato de alquiler que ha conseguido encontrar Coumba Diabang, una joven senegalesa de 23 años, que lleva en Burgos año y medio y que en este tiempo ha aprendido el idioma, ha aprobado la ESO y está estudiando un grado de Electricidad y Electrónica en los Jesuitas con la mejor nota de su clase. 

«Es una cosa extraordinaria porque una de las dificultades más grandes que tienen las personas sin hogar es conseguir el alquiler de una vivienda, incluso si nosotros estamos apoyándolas», añade Polo. En un par de días Coumba va a poder salir del albergue y empezar a normalizar su vida. Anda a la búsqueda de empleo para compaginarlo con los estudios (ya lo ha hecho con anterioridad)  y se ofrece como operaria en una fábrica, en hostelería o en el cuidado de niños o personas mayores.

Las dificultades de acceso a la vivienda enquistan muchos procesos de emancipación


El de Coumba es un perfil extraño en el albergue municipal. Primero porque es una chica (lo habitual es que los usuarios sean varones) de apenas 23 años que ha llegado de un país subsahariano, pero que no lo ha hecho en patera sino gracias a un visado por invitación de un compatriota casado con una española. Además, es peticionaria de asilo por razones políticas, y está en posesión de una autorización para trabajar. A ella le encantaría hacerlo como enfermera, que son los estudios que dejó a medias en su país, y aunque sabe que el camino es complicado tiene todo el empeño para conseguirlo: además de las notas tan buenas que saca, está también a punto de obtener el carnet de conducir.

«Estoy muy contenta de cómo me tratan en Cáritas y en el Hogar de las Hijas de la Caridad donde voy a comer, parecen nuestras madres y nuestros padres, siempre cuidándonos», dice, en un español perfectamente fluido y con la tranquilidad de saber que cuando abandone el albergue no va a romper su relación con la entidad, en la que siempre va a tener un punto de apoyo. 

Coumba nos cuenta su historia mientras busca con un voluntario algunas prendas de vestir y para la casa nueva que va a estrenar. Lo hace en las dependencias de la UME y mientras delante del despacho de David Polo hay no menos de diez personas esperando su turno para evacuar gestiones de todo tipo. Está Alejandro, que es de Burgos de toda la vida y que no quiere salir en la foto por miedo a que le reconozcan porque -según cuenta- fue un deportista de élite en los años 80 y si no consiguió ser campeón de España es porque le robaron un título nacional. Lo que explica es una historia de miedo, de enfermedades y de rupturas familiares, de agresiones, denuncias y órdenes de alejamiento, algo no infrecuente, sobre todo entre los españoles que recurren a Cáritas.

Solo quiero encontrar un empleo para ayudar a mi familia, lo necesito y puedo hacer cualquier cosa»
Celestine Obi, Nigeria, 59 años

Junto a él está Ayoud Elissani, de 25 años, que anda en Burgos buscando trabajo y echando una mano donde hace falta. Él sí llegó en patera desde Marruecos y lo hizo para «mejorar la vida» y ahora está envuelto en un galimatías burocrático que comenzó cuando perdió su pasaporte y que le obliga a «empezar desde cero» aunque lleve en España desde 2017. Es un chaval despierto y sonriente, todo lo contrario que Celestine Obi, de 59 años y natural de Nigeria, que lleva la pena pintada en la cara. También narra, en un precario español, que vino aquí a intentar mejorar la vida y la de su familia, a la que dejó en su país de origen. Quiere trabajar y dormir bajo techo; de momento tiene una cama en la UME, pero Cáritas no le puede asegurar ahora mismo una plaza en el albergue y así se lo ha dicho sin edulcorar la realidad. Busca desesperadamente un empleo y se lleva la mano al corazón cuando pide a sus interlocutores que le den una oportunidad «en el campo, donde sea, yo hago de todo, limpiar, lo que haga falta, cualquier cosa... necesito un trabajo».