Los restos hallados en los trabajos de prospección terrestre realizados hasta el momento en la ciudad romana que se ubica bajo los terrenos de Poza de la Sal, han determinado que en Flavia Augusta se celebraran «exclusivos» rituales funerarios. Tras varias campañas de exploraciones magnéticas, ortofotografía y trabajo con tecnología láser LiDAR, el equipo de arqueólogos dirigido por Esperanza Martín ha obtenido la información necesaria para documentar que las estelas casa en las que se depositaban las urnas funerarias se «elaboraban solo» en el entorno de Cerro Milagro.
El tipo de material con el que los monumentos se fabricaban indica que las piezas son «totalmente locales», explica Martín, que añade que al realizar el pasado año una prospección en uno de los cerros de la zona se toparon con una de estas composiciones a medio fabricar, lo que «confirma la idea de la que partimos al iniciar el proyecto: los fabricantes de las lápidas eran personas que residían en el entorno».
Asimismo, los informes de los expertos sobre las investigaciones ejecutadas en un espacio de aproximadamente 16.000 metros cuadrados detallan la existencia de la ciudad romana y su ubicación, próxima a la villa salinera. Según el testimonio de la arqueóloga, los resultados son «extraordinarios porque hemos conseguido ver ínsulas, calles que forman un urbanismo ortogonal, restos de pavimentaciones e incluso los interiores de las viviendas», manifiesta. También «muros de edificaciones que incluyen zonas de urbanismo y construcciones de gran tamaño en las que se han localizado columnas».
La documentación existente sobre Flavia Augusta apunta a que la ciudad se desarrolló en el siglo I como un núcleo romano de importancia. Y así lo exponen los restos encontrados en el Cerro Milagro y las orillas del río Homino por el arqueólogo Julio Martínez Santa-Olalla (gran referente nacional de esta profesión durante la época del franquismo), que la describe como un emplazamiento de planta rectangular con foro, termas, al menos dos templos y una necrópolis de la que procede un conjunto de aproximadamente 300 monumentos funerarios singulares de tradición prerromana.
No obstante, la directora del proyecto de investigación en el yacimiento desconoce el tamaño de la ciudad y el número de habitantes que la habitaban. Por contra, y gracias a la calidad de los restos de materiales obtenidos durante estos años, cree que la gente que allí residió entre los siglos I y IV tenía un cierto estatus social. «La cerámica hallada es de buena calidad al igual que los elementos decorativos de las paredes. Había termas y fragmentos de vajillas de vidrio, artículos que en aquella época no todo el mundo podía permitirse», explica la arqueóloga.
De cara al verano retomarán las excavaciones en Poza, esta vez en el área de La Vega, con el fin de continuar evaluando el potencial arqueológico que pueda quedar, avanzar en el conocimiento de la historia en la medida de sus posibilidades e intentar devolver a la luz una ciudad romana con una extensión aún por determinar.
El archivo de los datos patrimoniales no se dejará de lado y se seguirá realizando la documentación fotogramétrica e impresión de piezas 3D, que permite recrear con exactitud las originales. Todas ellas forman parte de un museo virtual que puede visitarse a través de la plataforma Sketchfab, que se irá completando.