Leo las noticias de la guerra entre Israel y Hamás. Miles de niños y civiles muertos. Ningún viso de final. Cuando los árabes amen más a sus hijos de lo que nos odian a nosotros, se acabará la guerra. A esta cita de Golda Meir siempre le faltó la otra mitad. Cuando los israelitas amen más a sus hijos de lo que odian a los palestinos, también terminará. La convivencia tiende a ir bien cuando el respeto ajeno empata o supera el propio. Incluso llega a ser soportable con poco más que uno se quiera más a sí mismo de lo que odia al prójimo. La violencia aflora cuando no. El Partido Socialista de la señora Peña, doña Esther, y del señor Morales, don Álvaro, odia más la idea de un gobierno del, o con, el Partido Popular, de lo que se quiere a sí. Es un odio nuevo que los socialistas españoles no padecieron en la Transición. Parece, desde luego, de menor grado que el que sufren Israel y Hamás. Pero es de la misma especie. Este odio joven, presuntamente, lo atesoran todos los diputados socialistas. Los dos de Burgos, también. Sólo así se puede entender que lo que se ha acordado esta semana en Bruselas llegue a ser refrendado en la investidura por ambos. La señora Peña, doña Esther, y el señor Morales, don Álvaro, estarán de acuerdo, entonces, si es que votan que sí, en que los burgaleses no merecemos el mismo trato que los independentistas catalanes. Considerarán, además, lo llaman lawfer, que los jueces españoles prevaricaron cuando sentenciaron a los condenados en el llamado Procès. La buena noticia, ésta sí, es que este odio incipiente todavía no ha matado a nadie. La mejor, ojalá, que nunca lo llegará a hacer. Porque la mitad de esta provincia, a la que no pertenecen ni la señora Peña, doña Esther, ni el señor Morales, don Álvaro, todavía ama, amamos, más a nuestros hijos de lo que, aún, no odiamos a los que, como ellos, nos profesan antipatía y aversión. Y así ha de seguir. La democracia se ha perdido. La esperanza, no. Volverá el día en el que ninguno nos sintamos odiados, porque la señora Peña, doña Esther, el señor Morales, don Álvaro, y todos los que son como ellos, consigan amar más a sus vecinos de lo que odian la idea de un gobierno del, o con, el principal partido de la oposición…