Anteayer todo eran flechas de Cupido clavándose en los corazones esponjados por obra y gracia de san Valentín y dos días después la realidad nos da un manotazo para que bajemos del guindo, porque hoy es el Día de los amores imposibles, un berenjenal de amores no correspondidos, platónicos y prohibidos, que los románticos del XIX celebrarían con unas gotas de cicuta en la copa, …allí, donde el sepulcro que se cierra / abre una eternidad / ¡Todo lo que los dos hemos callado / lo tenemos que hablar!, diría Bécquer.
No hay que tomarse las cosas tan a la tremenda; el 98% de la población mundial ha sufrido amores no correspondidos según Roy Baumeister, psicólogo que, al parecer, ha hecho la cuenta, así que hoy tenemos casi todos algo que recordar. Cuenta la leyenda que el Papamoscas de Burgos es memoria del amor imposible del enfermizo Enrique III el Doliente por una joven, aunque a quien construyó el reloj se le fue la mano y donde el rey quería que se escuchara un delicado lamento, se oía un grotesco graznido.
Cerca de la Catedral, se editó por primera vez La Celestina, que narra el amor imposible de Calixto y Melibea, que acabó como el rosario de la aurora. Tampoco tuvo final feliz el amor sublime y platónico de don Quijote por Dulcinea, ni el amor prohibido del don Juan de El burlador de Sevilla, y doña Ana, mujer de otro hombre, y que terminó en dramón, igual que el osado amor de Leonardo y la novia de las Bodas de sangre de García Lorca, la luna deja un cuchillo / abandonado en el aire / que siendo acecho de plomo / quiere ser dolor de sangre. Mejor suerte tuvo Ana Ozores en sus amores prohibidos con Álvaro Mesía en La Regenta, aunque fue despreciada y humillada.
No sabremos nunca si Enrique III se encontró en el más allá con su adorada joven, ni si Calixto y Melibea, don Quijote y Dulcinea, don Juan y doña Ana, y Leonardo y su amada tienen paz más allá de la tierra, y tampoco si a Ana Ozores se le pasó el sofocón de verse acosada por las murmuraciones, pero hoy, que es el Día de los amores imposibles, estaría bien releer las obras que narran sus desdichas; La histórica ciudad dormía la siesta. Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y de la olla podrida…
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