El Papa hace santo al burgalés Manuel Ruiz, 'padre paciencia'

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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Franciscano nacido en San Martín de las Ollas (Merindad de Valdeporres), fue decapitado en Damasco en 1860 junto a otros 7 compañeros.Es el decimosegundo santo de Burgos

Recreación del martirio del burgalés en tierras sirias - Foto: DB

Fue, sobre el altar de la iglesia del convento franciscano de Damasco, degollado sin contemplaciones. Se llamaba Manuel Ruiz López y había nacido en San Martín de las Ollas, en la Merindad de Valdeporres, en 1804. Cuando fue ejecutado por los drusos en la capital de Siria contaba con 56 años y era el superior de la comunidad franciscana en aquel país, donde los cristianos eran objeto de persecución violenta. Para entonces se había ganado el apelativo entre los árabes de 'padre paciencia'. Hoy, en la plaza de San Pedro del Vaticano, este burgalés será elevado a los altares por el papa Francisco, poniendo así fin a un proceso iniciado en 1872, cuando se inició su causa de beatificación, introducida en Roma en 1885. La pérdida de documentos producida por la Primera Guerra Mundial obligó a reiniciar los trabajos, creándose un nuevo tribunal en Damasco en 1922. Hasta que en octubre de 1926 Manuel Ruiz López y los otros siete franciscanos y tres católicos maronitas seglares que fueron asesinados con él, víctimas de la misma persecución, fueron beatificados por Pío XI.

En el acto estará presente el arzobispo de Burgos, monseñor Mario Iceta. Según los datos que posee la Diócesis de Burgos, Manuel Ruiz López -cuya canonización fue decretada por el papa Francisco en el Consistorio Ordinario Público de cardenales celebrado el pasado mes de julio y que se convierte en el decimosegundo santo nacido en la provincia de Burgos- procedía de una humilde familia; recibió los primeros rudimentos del latín en su pueblo natal e ingresó en los franciscanos, en el convento de San Miguel de las Victorias de Priego (Cuenca), en 1825. Cinco años más tarde fue ordenado sacerdote y destinado con otros diecinueve compañeros a las misiones de Tierra Santa, desembarcando en Jaffa (Israel) el 3 de agosto de 1831 y trasladándose pronto a Damasco para estudiar el árabe. 

Nombrado párroco de la iglesia de la Conversión de San Pablo, enfermó al poco tiempo, motivo por el cual sus superiores lo enviaron al convento de Luca (Italia) con el fin de que se restableciera. Como no lo consiguió, regresó a España, primero a su pueblo natal y luego a la capital, donde en 1847 fue nombrado profesor de Hebreo y Griego en el Seminario Diocesano. Como deseaba volver a la actividad parroquial, fue nombrado cura de Para (pueblo cercano a Espinosa de los Monteros), donde estuvo por muy poco tiempo, ya que en 1856 decidió su vuelta a Damasco.

«Al año siguiente, Ruiz López fue nombrado superior de la comunidad franciscana de aquella ciudad, pero la situación había cambiado mucho en sus años de ausencia. Los cristianos del Líbano y Siria eran objeto de persecución violenta por parte de los drusos y en 1860 fueron destruidas muchas aldeas maronitas y asesinados sus habitantes. La violencia llegó también a Damasco; el 9 de julio el barrio cristiano, donde vivían unas treinta mil personas, fue asaltado y miles de cristianos degollados. Muchos se refugiaron en el convento franciscano, confiando en la solidez de sus muros. No queriéndolos dejar abandonados a su suerte, los franciscanos decidieron no aceptar la propuesta del gobernador turco de refugiarse en su residencia».

Con el padre Manuel se hallaban siete religiosos, todos ellos españoles menos uno: Carmelo Bolta; Nicanor Ascanio ; Nicolás María Alberca; Pedro Nolasco Soler; Francisco Piñazo Peñalver; y Juan Fernández, además del austríaco, padre Engelberto Kolland. «Todos fueron asesinados junto a otros muchos cristianos; el padre Manuel, que había acudido a la iglesia a vaciar el sagrario, fue obligado a colocar su cabeza sobre la mesa del altar y así fue decapitado. Su cuerpo pudo ser recuperado por los cristianos supervivientes doce días después de la masacre».

«La voluntad del señor». El padre Ulise Zarza, vicepostulador para las causas de los santos, manifestó hace unos meses en una entrevista que los árabes lo llamaban familiarmente 'padre Paciencia' por «su saber estar muy cercano a la gente: lo que impresiona es su entrega cotidiana y total a la misión que se le había confiado». Y reveló una carta que el burgalés había escrito días antes de su muerte al Procurador de Tierra Santa: Nuestra fe está amenazada por los drusos y por el bajá de Damasco, que les da los medios para quitar la vida a todos los cristianos, sin distinción, ya sean europeos u orientales. Que se haga la voluntad del Señor.

«Fray Manuel cuidó a sus ovejas hasta el final destacando todo el cuidado pastoral que dedicaba a su misión y la entrega a sus hermanos. Cuentan las fuentes que cuando los atacantes iban a entrar en el convento, fray Manuel reunió en la iglesia a los religiosos, los niños de la escuela y algunos laicos, entre ellos los tres hermanos maronitas, los Massabki, exhortando a todos a perseverar e invitándolos a recibir el Cuerpo de Cristo».