El recinto está perfectamente vallado pero las puertas se encuentran abiertas de par en par, aunque nada invite a acceder por ellas: las hierbas que nadie ha segado están altas y ocultan el sendero que debió haber algún día para guiar a los visitantes hasta el edificio que, en el centro de la finca, emerge entre pinos, viñedos y placas solares. Entre Sotillo y La Horra, aislado pero señalizado desde la carretera, se encuentra este inmueble, que hoy ofrece un aspecto fantasmagórico. Más parece un casa del terror que la construcción para la que fue concebido: acoger el Centro de Interpretación de la Lana.
Podría creerse, en un principio, que se trata de una de esas edificaciones a la que alguna crisis se llevó por delante cuando se encontraba a medio hacer y que los de siempre han dejado como siempre, esto es, reventado, vandalizado, esquilmado, saqueado, pintarrajeado, desventrado, hecho una reverenda mierda de cristales rotos, cables colgando, muebles destrozados, restos de todo, vestigios de nada. Solitaria, aislada, abandonada y olvidada, se erige en un vergonzante icono de la dejadez más irresponsable, en un símbolo que debería abochornar a todos aquellos políticos que en su día urdieron un proyecto que, sencillamente, ya no existe porque resultaría imposible resucitarlo.
Sin embargo, el también conocido como Museo de la Lana terminó de construirse y de dotarse, y fue (naturalmente) inaugurado por las autoridades de turno con la solemnidad acostumbrada y todo tipo de parabienes para lo que se antojaba un halagüeño futuro que habría de impulsar y colocar aún más en el mapa a la Mancomunidad Ruta del Vino Afluente Rural, compuesta por las localidades ribereñas de Anguix, Gumiel de Izán, La Horra, Olmedillo de Roa y Sotillo de la Ribera. Después, durante meses, funcionó, recibiendo visitas.Tal era su objetivo. Este centro era el primer hito turístico de un ambicioso proyecto, el Parque de la Lana, ya que la segunda fase -que nunca se ejecutó- contemplaba un parque zoológico en el que estaba previsto mostrar ejemplares de hasta 28 razas de ovejas procedentes de todo el mundo, amén de otros animales también productores de lana como la llama andina o un cerdo originario de Hungría.
Conviene anotar que aquella primera fase del singular proyecto contó con una inversión de un millón de eurazos, financiados en su mayoría (el 62 por ciento) con fondos europeos, pero que contó también con las aportaciones de la Junta de Castilla y León (19 por ciento); Fundación Caja de Burgos (7 por ciento); Diputaciónde Burgos (2 por ciento); corriendo a cargo de la citada mancomunidad el 10 por ciento restante. Dinero público en su mayoría, como se ve. Dinero de todos que ha sido despilfarrado obscenamente, porque el Centro de Interpretación de la Lana es hoy un espacio degradado hasta límites bochornosos e indignantes para cualquier contribuyente consciente de la gestión que en este caso concreto se ha hecho de sus impuestos.
(El reportaje completo y más fotografías, en la edición impresa de este domingo de Diario de Burgos o aquí)