Javier Fernández Mardomingo

Cortita y al pie

Javier Fernández Mardomingo


Las campanadas y el año nuevo

03/01/2025

Me he hartado de leer en el primero del año opiniones que tienen que ver con lo divino y lo humano en cuanto a las campanadas en televisión. Si lo pensamos, es un asunto absolutamente intrascendente. Ni nos va, ni nos viene diez minutos antes de encenderla y unas horas después de apagarla. Haciendo el ejercicio de preguntar quién las dio hace un año, ¿alguno se acuerda? Por eso no se entiende muy bien lo que se enfada el personal en mitad de lo que unos dicen son genialidades de Broncano, o los brindis al sol de la Pedroche en forma de vestido que, por cierto, era un espanto. Como de costumbre. 

El caso es que, en mitad de la resaca de tamaña estupidez, me encuentro a Raúl Del Pozo recordando en el primer día del año que, hasta el último del anterior, diez mil almas se han perdido en el mar intentando venir a España y pienso que hay que ser muy periodista para abrir con eso un prólogo de 2025. Igual que pienso, como se recupera siempre en estas fechas, aquello que Manuel Vicent escribió hace ya quince años con mucha razón. Que dentro de nada las cerezas estarán en las fruterías, volverá el sabor a salitre y el bronceado se irá por San Miguel. Y cuando nos queramos dar cuenta, otro año habrá pasado con el tiempo que se resbala y el turrón y los villancicos estarán en los grandes almacenes para recordarnos a todos que de nuevo es Navidad.

Y al final uno cae en la cuenta de que lo importante es poder seguir dándote un paseo por el Espolón y la Paloma. Que, por cierto, están bonitos este año. Lo importante es poder seguir juntándote con los otros y con los unos, donde siempre, y felicitando las fiestas y el año al de cada Navidad, aunque no lo veas más que en esta ocasión.

Son las tradiciones de final y principio de año que tanto nos gustan. Como esa bruma espesa que no se va y se mete hasta el tuétano para recordarnos que es enero en Burgos. Da lo mismo si de 2025 o de 2026 porque, no nos engañemos, dentro de un año seguirá preocupándonos la comida de los amigos y la cena de nochebuena. Ese con el que no coincides porque no hay manera y los que faltan, que, por desgracia, puede que sean más que hoy. Porque al final, qué coño interesa dónde ver las campanadas si lo importante, en realidad, es con quién hacerlo. Feliz año.