Para las nuevas generaciones, la canción más conocida del Dúo Dinámico es el hiperreproducido Resistiré, pero los que peinamos canas tarareamos en estas fechas con nostalgia eso de «El final (pausa) del verano (pausa) llegó (pausa) y tú partiráaaas...». Sea por lo explícito de la letra o porque también formó parte de la banda sonora del mítico Verano Azul, es uno de los himnos de los coleteos finales de agosto.   

Atrás van a quedar veranos culturales, fiestas patronales, meriendas con la cuadrilla que sólo se junta una, dos o tres veces al año, sobremesas sesteadas o charlas nocturnas al raso hasta las tantas. Momentos que se guardarán en la memoria hasta el año que viene, sumándose a la lista de anécdotas que crece año a año. 

¿Estará entre esos recuerdos lo que es el día a día de los que residen todo el año en los pueblos? ¿Se acordarán de la falta de cobertura que impide hasta pedir una cita con el médico? ¿Tendrán en mente la sucesión de baches que sufrían los amortiguadores de sus coches para ir de un pueblo a otro o la estrechez de la carretera por la que a diario han ido a por el pan a la localidad vecina porque la de aquí ha cerrado? ¿Se imaginarán las largas tardes de invierno en un pueblo sin casi actividad por falta de vecinos cuando hagan largas colas para ir a ver un estreno al cine? 

Si toda esa gente que presume de tener pueblo mantuviese durante todo el año esa militancia rural, si aunque sólo un 10% se plantease volver al origen de sus antepasados para poner en marcha algún proyecto empresarial o para vivir y teletrabajar, si cada familia tuviese a alguien que mantuviese abierta la casa de toda la vida todo el año se podrían solucionar muchas de las lacras que impiden que todo eso suceda. A más población, más actividad cultural y social, más presión ante las administraciones para solucionar las muchas carencias y una voz más potente para conseguir servicios del primer mundo como la cobertura telefónica.