La enfermera Carmen Toribio, con más de veinte años de experiencia a sus espaldas, dice que puede contar con los dedos de una mano a cuántas mujeres diabéticas ha tenido que atender por problemas en los pies con respecto a la cantidad de hombres que los han experimentado. El denominado 'pie diabético' es una de las complicaciones de esta enfermedad que puede agravar el estado general del paciente y por eso, los sanitarios advierten de que es necesario tener unos cuidados muy concretos. ¿Cuál es la razón de que en las mujeres apenas aparezcan problemas y en los varones sí? Pues que ellas tienen mucho más en cuenta los consejos vinculados con la higiene y la revisión diarias, el corte de uñas de una determinada manera, el ejercicio o el colocarse los zapatos más adecuados, algo que ellos suelen ignorar. «Prácticamente no lo vemos en mujeres porque se cuidan, se hacen la pedicura, se dan sus cremas y siempre que ven alguna cosa que les llama la atención lo consultan», explica.
Es un ejemplo de los muchos que la profesión sanitaria puede poner con respecto a cómo el género, en este caso los roles adjudicados a la masculinidad, influye en la salud. Otros tiene que ver con las afecciones emocionales, que las consultan en muchísima menor medida que las mujeres y no tienen su capacidad para hablar de lo que les preocupa, y las cardiovasculares: «He llegado a atender a varones que llevaban varios días con dolor precordial porque no se plantearon venir a buscar ayuda, porque ellos 'aguantaban' y consideraban que quejarse no era propio de hombres», añade Toribio.
Este estado de cosas se refleja no solo en la experiencia sino también en las estadísticas. Según los datos provisionales del INE del primer semestre de 2023, fallecieron en la provincia de Burgos por causas externas (accidentes de tráfico, caídas, ahogamientos o sofocaciones, envenenamientos accidentales o suicidio) más del doble de varones que mujeres: 61 frente a 26. También el Observatorio de Salud y Género de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria de Castilla y León (Socalemfyc) lo tiene publicado: «Existe una sobremortalidad masculina manifiesta donde las condiciones socioeconómicas de la vida, la división sexual del trabajo y los roles de género contribuyen a que los hombres lleven peores hábitos y conductas para cumplir los mandatos sociales del 'buen varón'». El fisioterapeuta Alfonso Abajo afirma, por tanto, que el día a día en las consultas y las cifras respaldan poder decir que, de alguna manera, «la masculinidad entendida de la manera tradicional mata o, al menos, complica la salud».
Toribio y Abajo han dirigido un programa piloto en el centro de salud de Salas de los Infantes impulsado por Sacyl que tenía como objetivo que los hombres pudieran hablar de lo que les pasa y que reflexionaran sobre modelos alternativos de relaciones y autocuidados más saludables. La experiencia ha sido un éxito, con uno de los mayores números de participantes de Castilla y León -se ha realizado un taller por provincia- y la posibilidad de que el grupo que se constituyó, formado por 12 hombres, pueda ir más allá y continúe como un colectivo que se dedique a actividades lúdicas. Además, la voz se ha corrido por la comarca y Carmen y Alfonso ya han cerrado una charla sobre esta actividad en Barbadillo del Mercado.
«Había mucha intriga en el pueblo -reconoce Juan Carlos García, uno de los participantes- sobre todo por el título, que era 'Taller Masculinidad y Salud', y algún amigo me preguntó -¿pero qué hacéis allí? Y yo le dije, 'pues abrirme'». Y así ha sido. Desde el participante más joven, de 24 años, hasta el más mayor, de más de 80, esos doce varones salenses, han escuchado, han comprendido cosas sobre las que dudaban, han preguntado y, efectivamente, se han abierto. Han reconocido que a veces les da vergüenza llorar cuando una película les emociona, que les resulta más cómodo no hacer según qué labores del hogar o que se han perdido muchas cosas bonitas al no ejercer como las madres su papel de padres.
«Hemos visto cómo las mujeres llevan años luchando por ocupar el lugar que les corresponde en el mercado laboral y fuera de la casa pero nosotros no hemos hecho ese mismo esfuerzo por equilibrar los dos ámbitos. Ellas han avanzado -de hecho, hay más igualdad porque ellas lo han trabajado- y nosotros estamos en el mismo lugar y algunos, sobre todo de mi generación, están muy cabreados», reflexiona Javi Martín, el benjamín, que está opositando para ser profesor de Secundaria.
Escuchándole, se hace buena la reflexión de Carmen Toribio sobre uno de los objetivos que se proponía el taller, que era que los varones no miraran el feminismo como «una amenaza» sino como un movimiento «que también es bueno para ellos». Porque, como se sabe, uno de los principales objetivos de este movimiento es la abolición del género, es decir, que mujeres y hombres rompan con los estereotipos que les acompañan desde que nacen y que dicen, por ejemplo, que ellos deben mostrarse siempre fuertes y sustentadores, que no pueden expresar sus emociones y que su desarrollo tiene que ser siempre fuera del hogar, y que ellas han de ser tiernas, cuidadoras, vulnerables y más preocupadas por las cuestiones estéticas.
«En estas sesiones hemos aprendido cosas como que nos conviene hablar de lo que nos pasa y cuidar de nuestros hijos porque si no me expreso cuando tengo un problema tengo más posibilidades de suicidarme y si no me involucro en el cuidado de mis hijos puede que en un futuro pierda la relación con ellos y me sienta vacío», añade Javi. A Diego Herrera, de 64 años y a punto de jubilarse, le ha servido para revisarse los privilegios: «Me ha hecho reflexionar sobre la posición en la que estoy como hombre, he entendido que el feminismo no es algo que va contra nosotros sino que también nos beneficia y que los hombres no hemos avanzado tanto como parece porque seguimos sin mostrarnos vulnerables. En alguna de las sesiones se dijo que los hombres hablamos de nuestros sentimientos después de seis o siete cervezas o cubatas y esto, que es verdad, no puede ser así».
El factor intergeneracional ha sido también muy interesante, cuentan los profesionales. Así, Javi ha podido escuchar de boca de Juan Carlos que si hace 40 años a algún chico se le ocurría darse crema lo mínimo que le llamaban los amigos era 'afeminado' o que cuando se apuntó a un gimnasio para mejorar su salud, los amigos le dijeron que su objetivo era mirar a las chicas en ropa de deporte. «Ver a un hombre que se ponía crema en las manos era malo porque el hombre tenía que tener callos de trabajar. Estas son las cosas que tienen que cambiar».